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Los menas: sueños y esperanza

La visita a la localidad natal de muchos menores migrantes muestra su realidad: huyen de la pobreza para mejorar su vida

Un adolescente avista un barco que cruza el río que desemboca en el mar, en Larache.

Un adolescente avista un barco que cruza el río que desemboca en el mar, en Larache. / FERRAN NADEU

De la historia de los menores inmigrantes tutelados por la Generalitat, los menas, sabemos la que se desarrolla aquí. Su llegada en un número creciente. La inexistencia de un plan integral de acogida que incluya alojamiento y manutención pero también formación y, llegado el momento, oportunidades laborales. Las dificultades que encuentra la  Direcció General d’Atenció a la Infància i Adolescència (DGAIA) para atenderlos con los recursos disponibles. La explotación que la ultraderecha hace de los minoritarios problemas de violencia y de convivencia para estigmatizar el colectivo y convertir en un asunto de seguridad un tema que es de atención social a unos jóvenes que, nunca hay que olvidarlo, son menores y deben ser tratados y protegidos como tal.

Pero la historia de los menas tiene un origen, como muestra el reportaje que publica hoy EL PERIÓDICO, en Alcazarquivir, la localidad marroquí de la que proceden el 30% de los menores marroquíes que viven tutelados en Catalunya.

Las historias que cuentan los ciudadanos de Alcazarquivir son de pobreza y de sueños de Europa. Muchas familias de los barrios más desfavorecidos de la localidad quieren embarcar a sus hijos en una patera con la esperanza de que encuentren en Europa un futuro que allí no tendrán. No envían a sus hijos, no se quedan sin los jóvenes, para que en Europa delincan o se nieguen a integrarse. Los envían, en muchos casos endeudándose con mafias crueles que convierten el viaje de los menores en un infierno, para que accedan a las oportunidades que en Marruecos les están vetadas. Son jóvenes que arrastran un pasado de dolor y miseria con el que ellos y sus familias no quisieron conformarse. Nadie se separa de sus hijos y los envía a un viaje tan incierto con el objetivo de que acaben durmiendo a la intemperie en bancos públicos, como caricaturiza la ultraderecha la odisea vital de estos muchachos.

A la hora de analizar el fenómeno de los menas demasiado a menudo se olvida este componente humano. Es cierto que los recursos son limitados, que la adaptación  no es sencilla y que pueden darse problemas de convivencia. La gestión de la tutela de estos chicos es una tarea muy compleja en la que deben implicarse todas las administraciones. Pero no hay que olvidar quiénes son y de dónde vienen: son menores de edad, que han abandonado sus hogares para labrarse un futuro. Los menas vienen persiguiendo un sueño, no para crear problemas.