El tablero político español

Investidura líquida (y liquidada)

Los partidos, de la vieja y de la nueva política, pueden permitirse el lujo de la irresponsabilidad porque actúan bajo el paraguas de la UE

Ilustración de Leonard Beard

Ilustración de Leonard Beard / periodico

Rafael Jorba

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Reflexiones a vuelapluma. Ha sido una investidura líquida (y liquidada), acorde con los tiempos líquidos que describió Zygmunt Bauman. La desintegración de la política, otrora articulada por sólidos liderazgos. Lo que no se negoció en tres meses no se ha podido negociar en tres días. No se planteaba un gobierno de coalición sino dos gobiernos paralelos, resultado de dos culturas distintas: ni PSOE ni Podemos tenían cultura de coalición, pero el PSOE tenía cultura de Gobierno y Podemos carecía de ella.

En estos tiempos líquidos la demoscopia ha sustituido a la democracia. Los grandes partidos se preocupan menos de buscar consensos que de subrayar los disensos. Más que administrar las esperanzas gestionan los miedos: el miedo a la foto de la plaza de Colónel miedo a la foto de la plaza de Colón o el miedo a un Frente Popular. El caso más paradigmático es el de Albert Rivera: “Sí a España; no al plan y a la banda de Sánchez” que se negociaba en “la habitación del pánico”.

Catálogo de la república independiente de Ikea

Se trata de una posición que está en las antípodas de la tradición de sus socios liberales europeos, que han actuado históricamente como partido bisagra de socialdemócratas y democristianos. La vieja política del PP, liderada hoy por el bisoño Pablo Casado, ha ofrecido incluso un rostro de mayor solidez. El programa de Pedro Sánchez se asemejaba más al catálogo de la república independiente de Ikea que a un programa de corte socialdemócrata clásico: reformas estructurales y su cuantificación.

Pablo Iglesias dio un paso al lado que pudo leerse en clave de generosidad, pero también de prepotencia: renunciaba a una investidura bis que no le correspondía. No solo la cuestión catalana, sino también la política económica, el escenario europeo y las relaciones exteriores eran las piedras en el camino. Basta recordar, en relación al 'procés', que Iglesias fue el primer líder de un partido de ámbito español -y hasta ahora el único- que empleó la expresión “presos políticos” para referirse a unos procesados que no lo son por sus ideas sino por imponerlas por la vía unilateral.

La paradoja de la sesión de investidura es que en estos tiempos líquidos nuestros líderes, de la vieja y de la nueva política, pueden permitirse el lujo de la irresponsabilidad porque actúan bajo el paraguas de la Unión Europea y de sus redes de seguridad, empezando por el BCE. En los tiempos de las democracias sólidas esa irresponsabilidad se pagaba cara: recesión, inflación y devaluaciones.

El caso más aleccionador es el de François Mitterrand y su programa común con los comunistas, que incorporó al Gobierno tras su victoria de mayo de 1981 (una novedad en Europa, 'mutatis mutandis', equivalente a la que hubiese representado hoy incorporar a la izquierda poscomunista en el Gobierno de España). Mitterrand optó por la 'relance par la consommation' (el crecimiento por el consumo) y a los dos años -marzo de 1983-, tras tres devaluaciones del franco, dio el 'tournant de la rigueur' (el giro hacia el rigor económico) de la mano de Jacques Delors.

Francia no pudo permitirse por más tiempo el lujo de la irresponsabilidad que hoy se permiten los partidos españoles. Ahora la diferencia está en que España -la cuarta economía del euro- tiene la red de seguridad de la UE. En caso contrario, con tres meses muertos desde las elecciones del 28-A y esta investidura líquida (y liquidada), la incertidumbre política habría erosionado la economía, empezando por la divisa (la peseta).

La retirada de las tropas de Irak

Otro ejemplo, en un contexto bien distinto, fue la decisión de José Luis Rodríguez Zapatero, el 18 de abril del 2004 -un día después de tomar posesión como presidente-, de anunciar la retirada de las tropas de Irak. Una decisión loable, en cumplimiento de su compromiso electoral, pero que le salió gratis total. De no haberla tomado como país integrado en la UE, la decisión habría tenido un precio en términos económicos: EEUU podría haber activado los mecanismos de castigo.

Zapatero pasará a la historia como un presidente que impulsó los derechos de nueva generación en España, desde el matrimonio entre personas del mismo sexo a la ley de dependencia. Supo gestionar en tiempos de vacas gordas, pero no acometió las reformas estructurales, en clave socialdemócrata, para afrontar después el ciclo de vacas flacas.

Sánchez debe aprovechar esta investidura líquida (y liquidada) para solidificar su liderazgo y plantear las reformas que España necesita para salvaguardar su Estado de bienestar. Ya sabe que con Iglesias y lo que queda de Podemos no se puede. Debe cambiar de paradigma más allá del falso dilema: reválida de septiembre o nuevas elecciones.