A pie de calle

Filosofía 'demodé'

Lo que hoy se espera de la filosofía es que esté al servicio de la resolución de las contradicciones de nuestro momento

Explosión del Big Bang

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Miquel Seguró

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Por 'moda' entendemos el “uso, modo o costumbre que está en boga durante algún tiempo, o en determinado país” (RAE). Hace unas semanas, Manuel Cruz, reputado catedrático universitario de Filosofía, fue nombrado presidente del Senadopresidente del Senado, lo que parecería ser el síntoma definitivo de que la filosofía está de moda.

Moda, que proviene del francés 'mode', remite al 'modus' latino y significa “medida”. Hablar de moda es referirse a lo que marca los tiempos, lo que da la pauta en tal o cual área social, región territorial o era cronológica, el patrón de lo que debe considerarse relevante y, por lo tanto, pertinente.

Las contradicciones de nuestro tiempo

¿Está la filosofía de moda? Pregunta directa que exige respuesta clara: no. Y no lo está por al menos dos motivos. Primero, porque hablar de “la” filosofía es dar por sentado que la pregunta por su naturaleza (o naturalezas) es evidente, cuando no es así. Y no se detecta una discusión en torno a qué es filosofía. Y segundo, porque aun asumiendo que el significado de 'filosofía' pueda ser delimitado de forma clara y distinta (por ejemplo, como la reflexión crítica y nunca concluida acerca de todo) es palmario que no es la medida de los tiempos.

Lo que hoy está de moda es, si acaso, una determinada idea de la filosofía. Una proyección de lo que se espera de ella al servicio de la resolución de las contradicciones de nuestro momento. Algo que, ciertamente, da más pistas de los cortocircuitos de nuestra sociedad que de la disciplina filosófica. Lo que hoy circula es una imagen del filósofo que se asemeja más a la figura del sanador que a la del 'enfant terrible', puesto que se echa mano de él cuando urge una solución todavía no hallada. Y, naturalmente, este reclamo de terapia eficaz y eficiente 'ad hoc' no deja espacio a la estupefacción, al silencio o a la zozobra propias del proceso de dudar de todo. Porque si algo es filosofía es primariamente la actualización incesante de la pregunta, y, siempre en segundo lugar, la dotación de respuestas transitorias y por transitar siempre revisables.

Lidiar con la incertidumbre

Claro que los que nos dedicamos a la filosofía debemos atender a lo que preocupa aquí y ahora y ocuparnos del desarrollo de perspectivas críticas para, cuando menos, poder reformular un problema actual. Es, como glosa la filósofa italiana Donatella di Cesare, la vocación política de la filosofía.  Pero de ahí a vincular la experiencia filosófica a los ritmos economicistas de los tiempos (“la filosofía no sirve para nada” como falacia principal) va un trecho, por no decir que está en sus antípodas.

La tarea a la que nos convoca la experiencia filosófica no está de moda. Lo que prima es dar con una respuesta, sin a veces importar si es o no sostenible. Sea por la imperiosa necesidad objetiva de encontrar soluciones o por la imposibilidad subjetiva de lidiar con la incertidumbre y vulnerabilidad que nos constituye, la vida individual y comunitaria discurre por otros derroteros. Y todo ello tiene que ver con lo que proyectamos de la filosofía, sin duda, pero más con lo que esperamos de nosotros mismos.