Pactos poselectorales

La Diputación de la nostalgia

Posconvergentes y socialistas solían repartirse el pastel sin sobresaltos, en un equilibrio que se ha visto alterado por el crecimiento de ERC

Fachada de la sede de la Diputación de Barcelona

Fachada de la sede de la Diputación de Barcelona / JOSEP GARCIA

Andreu Pujol Mas

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Cuando se trata de negociaciones poselectorales podemos contemplar una casuística muy variada: los pactos de derechas, los acuerdos de izquierdas, las alianzas independentistas, las coaliciones españolistas, las confluencias con el objetivo de fomentar la alternancia... El pacto anunciado el pasado viernes para la Diputación entre el PSC y JxCat no sigue ninguna de estas dinámicas que entrarían en el terreno de lo comprensible. El independentismo de centroderecha y el españolismo de centroizquierda no se asocian por proximidad ideológica, y menos cuando el discurso público de JxCat es más enardecido que nunca. Varias décadas de gobierno socialista en la misma institución, solo interrumpidas por un 'impasse' de gobierno convergente, indican que tampoco es un caso de unión circunstancial para apartar a alguien que lleva demasiado tiempo aferrándose al poder.

Los dirigentes de JxCat han puesto especial interés en presentarlo como un desagravio por los pactos municipales entre ERC y PSC, ocultando que en realidad ha habido muchos más acuerdos de este tipo entre <strong>posconvergentes y socialistas </strong>que entre republicanos y socialistas. Incluso algunos de sus alcaldes investidos con el apoyo del PSC ya han salido públicamente a decir que ellos no tienen ninguna intención de deshacer sus gobiernos locales, cosa razonable. Si eres el primero que se beneficia de una relación abierta, luego no puedes ir llorando por las esquinas lamentando que eres un cornudo. El motivo de fondo tiene que ser otro. Es posible que posconvergentes y socialistas se hayan puesto nostálgicos. Antes se repartían el pastel sin sobresaltos, siendo las dos principales fuerzas políticas de Catalunya a base de mantener el país partido en dos: Barcelona y Generalitat, campo y ciudad. Este equilibrio en el que flotaba el 'statu quo' se ha visto alterado por el crecimiento reciente de una ERC que tiende a extenderse bastante uniformemente por todo el territorio. Solo desde este prisma se entiende la repentina amistad.