Menos que un club
El mercado de fichajes pone a prueba los valores del Barça
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Albert Sáez
La mayoría de los clubs de fútbol son, actualmente, sociedades anónimas que cotizan en bolsa o están en manos de jeques árabes, encaprichados por un deporte que mueve miles de millones de euros y de intereses como se acaba de ver en las tramas para adjudicar el Mundial de Qatar. En España, los dos principales clubs, Real Madrid y FC Barcelona, son todavía propiedad de sus socios a través de fundaciones patrimoniales que les permiten actuar en la práctica como sociedades anónimas. Los socios no son exactamente como los accionistas. Al lado de la rentabilidad o de la sostenibilidad económica, el socio aporta un capital emocional que permite cobrar las cuotas cuando no se gana ningún título o cuando se deja perder el más ansiado en una noche aciaga en Liverpool. El Barça ha intentado sintetizar su singularidad en este mundo del fútbol mercantil con el eslogan Més que un club.Més que un club Se supone que esas palabras condensan los "valores" de una entidad que ama el fair play, cultiva su cantera, respeta a los contrarios y promueve la convivencia.
El mercado de fichajes de esta temporada está poniendo a prueba esos valores del Barça. La actual directiva, presidida por Josep Maria Bartomeu, ha ido alejándose progresivamente del "modelo" futbolístico creado por Cruyff, Guardiola, Messi, Puyol, Xavi e Iniesta. Un modelo que se basaba en crear una columna vertebral en el campo que respondiera a la manera de entender el fútbol propia del Barça y que se completaba con algunos jugadores fichados a precios razonables. Los de Bartomeu no han querido, no han sabido o no han podido sustituir a Xavi e Iniesta con gente de La Masia. Piqué ha sido el recambio de Puyol en la zaga, pero no tiene manera de conectar con Messi. Y el Barça sin medio campo es como un pollo sin cabeza. El socio contempla esta tragedia en silencio, pero ahora la directiva le somete a una prueba de estrés emocional: pretende fichar a Griezmann que hace un año se rió en la cara de la afición azulgrana y, de rebote, el gran aliciente de la temporada podría ser el retorno de Neymar, que ha tenido más vida en los juzgados que en el campo. Podría ser legítimo defender que el Barça solo debe ser un club, pero este tipo de denigraciones y malos negocios no los hacen ni los clubs más mercantiles. Es propio del fútbol catarí.
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