El desgaste de las fuerzas del cambio

Podemos: fin de ciclo

No solo las disensiones internas han pasado factura: también la recuperación del PSOE,la recuperación económica, la hostilidad del 'establishment' y, en Cataluya, la polarización del 'procés'

Pablo Iglesias vota en el colegio La Navata, de Galapagar

Pablo Iglesias vota en el colegio La Navata, de Galapagar / periodico

Gemma Ubasart

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Hace justo cinco años Podemos irrumpía en la vida institucional y política de España. Un grupo de profesores universitarios y activistas de la izquierda social conseguía aprovechar la rendija, estrecha pero profunda, que se había abierto con la crisis económica y política. Sabían que en América Latina había sido posible que 'outsiders' del sistema reorientaran el futuro de varios países en dirección emancipadora. Pero tenían muchas dudas de que esto fuera posible en Europa. La existencia de instituciones consolidadas, de sólidos sistemas de partidos así como el carácter parlamentario de nuestro sistema político planteaban profundas dificultades. Lo intentaron. Disponían de una figura mediática carismática (Pablo Iglesias) y una hipótesis (populista de izquierda) como únicos recursos.

Contra todo pronóstico, un año más tarde candidaturas ciudadanistas que procedían del mismo espacio activista, pero que recogían también otros actores políticos y sociales del territorio, lograron hacerse con las principales ciudades del Estado y consolidar liderazgos como los de Ada Colau o Manuela Carmena. Y en las elecciones generales del mismo año Podemos estuvo muy cerca de hacer el 'sorpasso' al PSOE. Las politólogas siempre habíamos explicado que el sistema electoral español de Adolfo Suárez complicaba mucho la llegada de nuevos partidos de alcance estatal ya que si no alcanzas aproximadamente un 15% recibes mucha penalización a la hora de traducir los votos en escaños. Situarse por encima de esta barrera fue una gran hazaña.

Uno de los principales titulares del 26-M ha sido el desgaste de la potencia electoral de la marca Podemos (y escisiones) en las elecciones europeas y autonómicas. Y de la pérdida de las principales alcaldías del cambio (también las nucleadas en torno a la CUP). La depresión se ha apoderado del mundo de la izquierda alternativa. Se ha hablado mucho de factores internos. Están y tienen importancia. La ciudadanía castiga las disputas internas. Es cierto que las sumas no siempre suman pero el ruido entre compañeros de viaje resta credibilidad a las fuerzas políticas. Pero sería un error analítico fiar las explicaciones solo a esta variable. Hay factores contextuales que también pesan. Me atrevería a decir que los que más. Entre otras: la recuperación económica, las nulas simpatías en el 'establishment' (mediático, económico, etc.) hacia estas experiencias, y la recuperación del PSOE precisamente 'podemizándose'. Y en Catalunya habría que añadir unas lógicas de polarización nacional que dejan a los 'comuns' -con una posición dialogante y negociadora- fuera de foco.

Y a pesar de este negro escenario, o mejor dicho precisamente por este, Pablo Iglesias puede estar más cerca que nunca de ser ministro. Lo único que en estos momentos puede ligar a los morados a facilitar la gobernabilidad a Pedro Sánchez es compartir retos de gobierno.

Fin de ciclo. Y en la apertura de uno nuevo, los cuarteles generales de las fuerzas de cambio, en toda su extensión y pluralidad, harían bien de abrir procesos de reflexión y diálogo. De autocrítica. Y generosidad. Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Pero sobre todo, para evitar autoflagelación gratuitas, será necesario contextualizar. Y continuar caminando.

*Profesora de Ciencia Política y Vicedacana de la Facultad de Derecho de la Universitat de Girona.