Análisis
El crecimiento uniforme de Esquerra
Habrá que ver si las otras formaciones le otorgan a Maragall el papel de bisagra que le da su doble condición de izquierdas e independentista o se cierran esperando su desgaste
Andreu Pujol Mas
Historiador
Andreu Pujol Mas
Las encuestas acertaron cuando pronosticaban un mano a mano entre Ada Colau y Ernest Maragall, culminando en un recuento que tuvo a todo el mundo con el alma en vilo hasta el último momento y que incluso llegó a encabezar Jaume Collboni. Hizo falta la 'photo finish' para certificar la primera victoria de ERC en el Ayuntamiento de Barcelona desde los tiempos de la Segunda República. El independentismo demuestra que, lejos de retroceder, todavía puede alcanzar grandes metas, como ha corroborado convirtiéndose en la primera fuerza en las elecciones en el Congreso o, ahora, en las municipales de la capital.
Maragall tiene el reto de poder formar gobierno en un consistorio altamente fragmentado. Habrá que ver si las otras formaciones le otorgan el papel de bisagra que le da su doble condición de izquierdas e independentista o se cierran esperando su desgaste. La victoria de ERC también se trasladó a la totalidad de Catalunya, ocupando la primera posición del país en votos y concejales. Es precisamente el municipalismo un buen indicador para determinar cuál es la musculatura y la salud de un movimiento político porque muestra su capilaridad en la implantación territorial. Solo teniendo un gran número de personas implicadas en los pueblos y barrios se puede lograr un buen resultado en este ámbito y esto lo sufren especialmente los partidos que han crecido a base de exposición televisiva como es el caso de Ciudadanos.
En el caso de los republicanos, esta victoria se ha producido por un crecimiento uniforme que rompe con la idea de una Catalunya dual, no solo porque han conquistado el Ayuntamiento de Barcelona, sino porque lo han combinado con la pujanza en otras capitales, como Lleida y Tarragona, y con una crecida en las comarcas y en toda el área metropolitana. Por el contrario, uno de los grandes damnificados de esta contienda electoral fue el espacio posconvergente, que tradicionalmente ha sido potente en estructura territorial pero que se desinflando progresivamente en lo que parece ser un cambio de hegemonías. El descenso hasta la penúltima posición en la ciudad de Barcelona, perdiendo más de la mitad de los votos, ha ido acompañado de una caída en la tercera posición en el global de Catalunya.
La victoria de Junts per Catalunya en las elecciones europeas, unos votaciones siempre más propicias al sufragio de protesta, les ha hecho el trago algo menos amargo y quizá es por eso que pareció que se contraprogramaban las comparecencias de Artadi y Puigdemont. De los comicios europeos, respecto al independentismo, podemos sacar la misma lección que antes comentábamos: otro gran logro alcanzado. Entre JxCat y ERC se ha obtenido cerca del 50% de los votos, presentando como candidatos a los dos principales líderes del Govern del 1 de octubre, poniendo sobre la mesa de nuevo el problema político que no se resolverá en ningún juzgado, sino que tendrá que acabar pasando por las urnas como se suele hacer en los países civilizados.
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