Opinión | Editorial

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JxCat redobla su ofensiva contra ERC

Los exconvergentes tratan de salvar su desventaja en las encuestas desenterrando el hacha de guerra

Carles Puigdemont, en Dublín, en enero del 2019.

Carles Puigdemont, en Dublín, en enero del 2019. / NIALL CARSON / ap

Junts per Catalunya, tanto desde Barcelona como desde Waterloo, ha redoblado en las últimas horas los ataques contra ERC, con la que comparte Gobierno de la Generalitat (a estas alturas, calificarlos de ‘socios’ resulta cada vez más arriesgado). Ante la amenaza de que se siga consolidando, en una nueva cita electoral, el relevo en el liderazgo del independentismo catalán, el movimiento posconvergente se ha puesto las botas de la antigua Convergència, retratando a los republicanos como sospechosos de querer reeditar aquel tripartito de izquierdas que combatieron con todos sus recursos y recuperando tácticas nada amistosas (las alusiones de Elsa Artadi a la edad de Ernest Maragall y el sorprendente cuestionamiento de su apoyo a los políticos independentistas presos).

A esta ofensiva se ha sumado Carles Puigdemont con un último golpe de guion: poco antes de que la Junta Electoral Central autorizara la participación de Oriol Junqueras y de Toni Comín en el debate de los candidatos a las elecciones europeas en TV-3 (después el ‘expresident’ se decidiría a ocupar el lugar del ‘exconseller’ de Sanitat, con la consecuencia inmediata de propiciar un cara a cara con el republicano), anunció que no se volverá a presentar a presidir la Generalitat. Una decisión que cabe interpretar dentro de este enfrentamiento abierto entre ERC y JxCat –la propia Artadi atribuyó la  renuncia de Puigdemont al bloqueo de ERC de la reforma del reglamento del Parlament.

En caso de que el debate televisivo que debe celebrarse hoy sea autorizado por Instituciones Penitenciarias, sería una buena ocasión para plantear abiertamente este debate cada vez menos soterrado entre el irredentismo de Puigdemont y los suyos y la postura teóricamente más proclive a la negociación con el Gobierno de los republicanos.

Es obvio que un debate entre Junqueras y Puigdemont, a quienes no se les ha visto juntos desde el 27 de octubre del 2017, en las escalinatas del Parlament, sería anómalo en estas circunstancias, imagen de la excepcionalidad en que  se encuentra la política catalana (y también la española) desde el 6 y el 7 de septiembre del 2017. La judicialización del ‘procés’ ha evitado hasta el momento que el choque entre estas dos posturas haya llevado a una crisis en el seno del independentismo, aunque la pugna cada vez resulta más evidente y dañina. Este es sin duda el debate pendiente del soberanismo.