Peccata minuta

Homenaje a Catalunya

Llámenme descontextualizador, pero las palabras de Orwell sobre la Barcelona del 36 me resultan tan fotográficas como las redactadas 13 años más tarde en '1984' acerca de lo que, en su misma Catalunya, está sucediendo ahora

George Orwell, con su hijo Richard.

George Orwell, con su hijo Richard. / periodico

Joan Ollé

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En los años 30 del pasado siglo, cuando Barcelona no era todavía puerto internacional de cruceros ni capital mundial del móvil, tuvimos algunos turistas de excepción como Jean Genet y Eric Arthur Blair, alias Georges Orwell. Mientras Genet iba arrastrando su delincuente homosexualidad por la putridez del Raval en busca de comida, Orwell decidió jugarse la vida de otro modo: llegado a Barcelona el día de Sant Esteve del 36, el brigadista internacional se alistó de inmediato en el troskista POUM, aunque acabase abrazando los crueles ideales de la FAI. («Quanta, quanta guerra!» como dejó escrito la feroz Rodoreda.)

En su 'Hommage to Catalonia' Orwell escribe su amor a la revolucionada Barcelona de la época: «Camareros y dependientes miraban al cliente cara a cara y le trataban como a un igual. Las formas serviles e incluso ceremoniosas del lenguaje habían desaparecido. Nadie decía 'señor', o «Don» y tampoco 'usted'; todos se trataban de 'camarada' y 'tú', y decían '¡salud!' en lugar de '¡buenos días!'. Nuestra guerra civil dejó una indeleble huella en él: Cada línea en serio que he escrito desde 1936 ha sido escrita, directa o indirectamente, contra el totalitarismo y a favor del socialismo democrático como yo lo entiendo».

Ya en 1949, Orwell publicó su muy profética ficción '1984' donde se pueden leer estas líneas: «El nacionalismo es el hambre de poder alimentado por el autoengaño; no sólo no desaprueba las atrocidades cometidas por su propio lado, sino que tiene una extraordinaria capacidad para ni siquiera oír hablar de ellas»; «los mitos que son creídos tienden a convertirse en verdaderos. Los mejores libros son los que nos dicen lo que ya sabemos»; «la cordura no depende de las estadísticas. Si el líder dice que dos y dos son cinco, pues dos y dos son cinco. Esta perspectiva me preocupa mucho más que las bombas»; «el pensamiento corrompe el lenguaje y el lenguaje también puede corromper el pensamiento»; «si se se permitiese a la gente entrar en relación con extranjeros, descubrirían que son criaturas iguales a ellos en lo esencial y que todo lo que se les ha contado es mentira» ; «'doblepensar' significa el poder de mantener dos creencias contradictorias a la vez, y aceptar ambas» ; «en tiempos de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario».

Llámenme descontextualizador, pero las palabras de Orwell sobre la Barcelona del 36 me resultan tan fotográficas como las redactadas 13 años más tarde en '1984' acerca de lo que, en su misma Catalunya, está sucediendo ahora. No sugiero en manera alguna que estas líneas no sean aplicables a España y al planeta en general, pero... ¡sabe tan mal, con lo guapos que dicen que fuimos, haber caído tan bajo!