EL LEGADO DEL AUTOR DE '1984'

Orwell, de vuelta en Barcelona

Richard Blair, hijo del escritor y patrón de la sociedad dedicada a su memoria, guía una expedición que recorre las localizaciones de 'Homenaje a Catalunya'

George Orwell, con su hijo Richard.

George Orwell, con su hijo Richard. / periodico

ELENA HEVIA / BARCELONA

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Richard Blair se acerca al parapeto de la terraza desde los altos de Sarrià, con el sol de cara y Barcelona a sus pies. Huele a primavera. Mira y se diría que otea otra realidad, la que 80 años atrás contemplaba desde ese mismo punto su padre, Eric Blair, que un día, desconfiando de su valía literaria, se ocultó bajo el seudónimo de George Orwell.

El escritor del siglo XX más reivindicado en el XXI, el visionario de la posverdad y azote de los totalitarismos, solía subir a esta terraza a fumar. El lugar, que hoy alberga el Benjamin Franklin, un colegio 'high class', era en 1937 el Sanatorio Maurín, un chalet de la burguesía barcelonesa que el Socorro Rojo había transformado en lugar de reposo para heridos de guerra. Al futuro autor de 'Rebelión en la granja' una bala le había atravesado limpiamente la garganta en el frente de Huesca, donde luchaba con las milicias del POUM. Los médicos quedaron impresionados de su capacidad de recuperación. Y es muy posible que en esa habitación del sanatorio, hoy reconvertida en taller de informática, recordase cómo se salvó de milagro.

CAFÉ EN HUESCA

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Este fin de semana, el hijo de Orwell acompañado de Quentin Kopp, hijo del comandante belga Georges Kopp, amigo y jefe del escritor, han ejercido de maestros de ceremonias de una de las actividades de la Orwell Society. Cada dos años organizan una ruta siguiendo la trayectoria del autor durante la guerra civil española en lo que sería el germen de su obra ‘Homenaje a Catalunya’ y que les lleva a las localizaciones de Barcelona y los 'fets de maig' para acabar en Huesca, en los territorios del frente de Aragón, donde podrán visitar la exposición 'Orwell toma café en Huesca'. Un deseo que aparece en el libro y que no llegó a satisfacer porque la bala de marras se lo impidió.

Richard Blair ha guiado a una tropa de inquietos veteranos ingleses, norteamericanos y canadienses miembros de la sociedad que fomenta el conocimiento de la vida y la obra del escritor, y por el camino se ha encontrado alguna sorpresa, como el encuentro con familiares del sindicalista Andreu Nin, 'desaparecido' después de los sangrientos hechos de mayo de 1937 en los que los comunistas barrieron al POUM. Más allá de la altura, la gran envergadura de Blair hijo no tiene apenas semejanza con la del sarmentoso Orwell; Richard fue adoptado en 1944 y diez meses después murió su madre y primera esposa del autor, Eileen, en la mesa de operaciones.

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"Aunque esta es la tercera vez que vengo a Barcelona nunca dejo de emocionarme al visitar los lugares en los que estuvo mi padre", explica este ingeniero retirado. Los recuerdos del patrón de la fundación no son muchos porque Orwell murió prematuramente a los 47 años cuando Richard apenas tenía seis. Durante esos años, los últimos del escritor, enfermo y agotado, vivieron aislados en la isla de Jura en circunstancias un punto salvajes después de que Orwell hubiera hecho oídos sordos a la opinión de su familia de que un hombre solo no podía cuidar del pequeño. Y no lo crió precisamente entre algodones (el niño estuvo a punto de ahogarse durante una tormenta), pero los recuerdos de Richard son inmejorables.

EN MOSCÚ

'Homenaje a Catalunya', aparecido en 1938, no tuvo en su momento una recepción muy agradecida porque no se ajustaba a la reconfortante versión en blanco y negro de la lucha antifranquista. "El libro dice de forma clara: 'estos son mis recuerdos, mis recuerdos exclusivos de la zona de conflicto en la que viví'. Mi padre no estuvo en Madrid ni en Gernika, pero lo que vio, cómo el estalinismo deformaba la realidad, le disgustó profundamente y escribió ese libro con honestidad y de memoria, porque los comunistas confiscaron todas sus notas, que quizá anden perdidas en algún archivo de Moscú".

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Hoy es fácil oponerse al estalinismo. En el 38 era casi heroico. "La experiencia en la guerra civil sirvió a mi padre para darse cuenta de lo que significaba el totalitarismo y fue la génesis de 'Rebelión en la granja' y de '1984'". Ochenta años después ese último libro se está leyendo, y mucho, como un decodificador de la política de Trump y sus verdades alternativas, tan fáciles de vincular a la reduccionista neolengua. El Gran Hermano, controlador de la ciudadanía a través de la tecnología, parece hoy más real que nunca. "'1984' quiso ser una advertencia, no una predicción de futuro. Estos tiempos sencillamente nos parecen orwellianos porque la realidad se ha aproximado a los temores de mi padre".