Frente al poder patriarcal

Mujeres para salvar la Iglesia

Ante la legitimidad perdida y minada por la pederastia, la institución necesita la voz y la presencia de la mujer, también en los órganos de poder, porque ellas han sido víctimas y es justa su restauración

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Emma Riverola

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En una Iglesia minada por la pederastia, solo la plena incorporación de la mujer en la institución eclesial puede restaurar la legitimidad perdida. Es excesivo el daño provocado para ser considerado una mancha. Es algo más profundo y más extenso, un mal que se ha apoderado de toda la estructura, desde los cimientos a la cúpula, y que precisa un cambio radical en su esencia para restaurarse. Pero el camino hacia la reconstrucción no es fácil.

Lucetta Scaraffia, directora del suplemento mensual femenino de 'L’Observatore Romano' (el periódico oficioso del Vaticano), y todo su equipo de 11 mujeres han dimitido al sentirse silenciadas11 mujeres han dimitido. La renuncia es significativa, ya que la revista fue la que denunció los abusos sexuales y laborales sufridos por monjas a manos de obispos. La Iglesia, hincada en un poder y un modo de actuar milenario, se revuelve contra algo que ya no puede vencer: el tiempo.

Un tiempo acelerado por la tecnología, donde la opacidad y el secretismo cada vez son más difíciles de mantener y, por el contrario, la información corre a raudales. Pero, sobre todo, un tiempo interpretado por otros protagonistas. Creer que la Iglesia, como multinacional de la religión católica, puede seguir siendo relevante en la sociedad marginando a la mujer es haberse instalado en las páginas apergaminadas de una historia que no volverá.

Durante siglos, la Iglesia ha querido controlar a los cuerpos porque era el modo de controlar el mundo. Un control perverso, mucho más cuando ya sabemos que ha actuado como una red de encubrimiento de la pederastiared de encubrimiento de la pederastia. Es evidente que existe una relación perniciosa entre la Iglesia y los cuerpos. Y por ello la institución necesita la voz y la presencia de la mujer. También en los órganos de poder. Porque ellas han sido víctimas y es justa su restauración. Porque su incorporación romperá con un poder que es la esencia del patriarcado, impregnado de autoritarismo y misoginia. Y porque ellas tendrán el valor de iluminar los rincones oscuros de una historia de vergüenza y ocultación.