Al contado

Una república en prórroga perpetua

Sin sentido común y dominados por el simbolismo electoral seguimos inmersos en la provisionalidad permanente

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Agustí Sala

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En Catalunya nos hemos acostumbrado a que convivan la <strong>realidad </strong>y la <strong>ficción</strong>. Y la segunda gana cada vez más terreno. Especialmente en la política, en la que algunos dicen vivir una república que saben que no es tal o hacen como si se lo creyeran, sabiendo que el marco legal vigente es autonómico

Y en este contexto, el Parlament es más un edificio que un lugar donde se discuten y elaboran leyes. Precisamente ha sido noticia esta semana que hubiera actividad en la cámara catalana. Algo poco habitual, ya que se abre o se cierra según conviene a la mayoría mal avenida de Junts per Catalunya y ERC.

Y desde el Govern, igual: gesticulación y discursos épicos, con Quim Torra, que más que de  'president' ejerce de delegado de alguien que le transmite órdenes desde Waterloo. Los hiperventilados siguen ganando la partida a aquellos que se autodefinen independentistas pragmáticos.

La última de las estrategias en este mundo de ensoñación ha consistido, por parte del Goven, en amagar con un <strong>proyecto de Presupuestos de la Generalitat para el 2019</strong>. Pero solo eso, amagar, porque en realidad se trataba de evidenciar que los 'Comuns' no tienen ganas de pactar en vísperas de elecciones. Y la realidad es que tampoco quienes lanzaron el órdago tenían mucho interés en llegar a un acuerdo. Ahora no toca, diría Jordi Pujol

A pesar de que desde la órbita del Govern aseguran que mostar el proyecto presupuestario sin registrarlo para tramitarlo en función de si se cuenta de antemano con los apoyos suficientes es una práctica de "las repúblicas más avanzadas", lo cierto es que resulta, cuanto menos, chocante. Y en especial si recuerda que las cuentas catalanas están prorrogadas desde el 2017. No es extraño que se cumplan los objetivos de déficit, ya que la actividad y la inversión van al ralentí y la Generalitat se asemeja más a una enorme gestoría que a un Ejecutivo que ha de proponer soluciones a las precupaciones de los catalanes, que no son simbólicas ni ficticias, si no reales.

Tanto el 'vicepresident' Pere Aragonès como los 'Comuns' saben que la Generalitat necesita un nuevo presupuesto para dejar atrás los recortes que comenzaron en el 2010 y empezar a construir. Pero debe hacerse sin trampas y con verdadero interés por el acuerdo. También eran necesarias unas cuentas en el Estado y las fuerzas soberanistas acabaron derrocando el proyecto de Pedro Sánchez. Incluso una de las voces más autorizadas del universo exconvergente, Andreu Mas Colell, se preguntaba en un artículo reciente: "Si conviene que gane Sánchez ¿por qué no votar a Sánchez?"

Y es que el simbolismo y el electoralismo han absorbido el sentido común. Y mientrastanto sea en la república ficticia, a la que se aspira, o en la autonomía, seguimos en prórroga, sin concretar, en provisionalidad permanente ¿Hasta cuándo aguantará la economía?