Opinión | Editorial

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Un espacio político a la deriva

Para la estructura del aparato del PDECat, la Crida es una amenaza que por ahora no piensa alimentar

El 'expresident' e impulsor de la Crida Carles Puigdemont y el presidente del PDECat, David Bonvehí, el pasado enero, en Waterloo (Bélgica).PDECat, David Bonvehí.

El 'expresident' e impulsor de la Crida Carles Puigdemont y el presidente del PDECat, David Bonvehí, el pasado enero, en Waterloo (Bélgica).PDECat, David Bonvehí.

El anticipo de las elecciones generales ha cogido con el paso cambiado a esa amalgama de siglas, grupos y vedetes políticas que habitan en <strong>el espacio político que antiguamente había ocupado Convergència</strong>, siempre en coalición con Unió. El buen resultado contra pronóstico de Carles Puigdemont tras huir al exilio ha complicado mucho las cosas. El expresidente y su núcleo de incondicionales que le acompañaron desafiando a las encuestas han intentado desde entonces desmontar el PDECat, el artefacto que creó Artur Mas tras la quiebra de CDC.

En el último congreso lograron el apoyo de algunos pesos pesados de la formación, como Josep Rull y Jordi Turull, se eligió una dirección a base de equilibrios de fuerzas con David Bonvehí y Míriam Nogueras y se dejó el futuro en manos de los presos, en especial la relación con la Crida, que es un grupo por y para Puigdemont. Mientras, las elecciones municipales se organizaron bajo la marca Junts per Catalunya, propiedad del PDECat y administrada por Puigdemont. Pero esa fórmula no soluciona el problema en unas elecciones al Congreso, porque los alcaldes del partido y los diputados de peso en Madrid, como Carles Campuzano y Jordi Xuclà, no quieren ir allí solo a hacer proclamas sino política, mientras que Puigdemont y Nogueras quieren alimentar las contradicciones de los partidos del Congreso. A nadie se le escapa que para la estructura del aparato del PDECat y a sus líderes terriroriales, la Crida es una amenaza muy molesta y, de momento, no la piensan alimentar.