La clave

La respuesta está en Waterloo

Por una circunstancia u otra, cuando el nacionalismo catalán llega ante una bifurcación, siempre se impone el alma más irredenta en pos del camino más abrupto

Carles Puigdemont recibe el aplauso de los asistentes al congreso de la Crida tras su discurso en la clausura del congreso constituyente.

Carles Puigdemont recibe el aplauso de los asistentes al congreso de la Crida tras su discurso en la clausura del congreso constituyente. / JORDI COTRINA

LUIS MAURI

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El vía crucis español se ha detenido en la estación que anhelaban la triple derecha y el independentismo rigorista. Ambos actores suspiraban por el colapso del Gobierno socialista de Pedro Sánchez, el único que ha practicado el diálogo político desde la irrupción del ‘procés’. La derecha, para intentar recuperar un poder que considera natural, congénito, intransferible. El independentismo fundamentalista con capital en Waterloo, para tratar de maquillar su descalabro mediante la demonización de España.

Es cierto que el inicio del juicio a los líderes del ‘procés’ imprimía un barniz de misión imposible a la tarea de mantener abierto el canal de diálogo. Pero incluso entre los propios presos preventivos se habían escuchado voces contrarias a dejar caer a Sánchez. La ‘exconsellera’ de ERC Dolors Bassa se ha pronunciado de forma inequívoca en este sentido. Por una circunstancia u otra, cuando el nacionalismo catalán llega ante una bifurcación, siempre se impone el alma más irredenta en pos del camino más abrupto.

Esta vez no iba a ser una excepción. Al tumbar los Presupuestos Generales del Estado, la Generalitat ha despreciado un cheque extra de 2.000 millones largos de euros. Y de paso ha arruinado cualquier posibilidad de sacar adelante sus cuentas propias. Pero esto debe de carecer de importancia, porque como todo el mundo sabe en Catalunya no hay listas de espera en la sanidad, ni necesidad de becas universitarias ni de ayudas a la dependencia ni otras zarandajas.

Tres escenarios

Ya sabemos en qué estación del vía crucis nos encontramos. Ahora hay que preguntarse hacia cuál nos dirigimos. A dos meses de las legislativas, los sondeos electorales sugieren tres escenarios tras el 28-A. Uno, el regreso de la derecha al poder, esta vez con el concurso explícito de los ultras y mucho más radicalizada que bajo el mando de Mariano Rajoy. Dos, una coalición entre el PSOE y Ciudadanos. Y tres, una reedición de la coyuntura actual, pero con un PSOE menos frágil en el Congreso y más resabiado con los independentistas.

En cualquiera de estos tres casos, ¿qué gana el nacionalismo catalán? ¿Qué gana entérminos políticos reales, objetivables, no en la órbita mística? La respuesta está en Waterloo.