Abusos en la Iglesia y censura política

Niños, príncipes y reyes

Sería oportuno revisar la obra sobre pederastia de Henry de Montherlant, quien dijo: "La religión es la enfermedad vergüenza de la humanidad. La política es el cáncer"

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Josep Maria Pou

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Leo con interés los reportajes que desde este mismo periódico han informado de los casos de pederastia en instituciones religiosas de enseñanza. No es un tema que sorprenda. De manera soterrada, con matices que van del cabreo a la indulgéncia, se viene hablando de ello largos años. Lo nuevo, ahora, es la valentía de las víctimas que deciden mostrar públicamente sus heridas, confiando en una catarsis que llegue a poner fin al problema.

El teatro es tribuna pública de debate. La catarsis es el objetivo de la representación. Y el teatro no ha eludido nunca un tema tan delicado. Citaría, al respecto, varios textos aplaudidos recientemente, pero quiero recordar uno, 'La Ville dont le prince est un enfant' que yo mismo tuve ocasión de estrenar en Madrid, en 1973, bajo la dirección de José Luis Alonso y junto a Alfredo Alcón y Carlos Lemos (pipiolo yo, grandes maestros ellos). Su autor, Henry de Montherlant, fue un hombre controvertido que dejó perlas como esta: "La religión es la enfermedad vergüenza de la humanidad. La política es el cáncer".

La función presenta a un religioso enamorado de uno de sus alumnos, apenas adolescente. El tema se aborda en profundidad y el debate, que alcanza naturaleza teológica, centra la acción.

Pienso que quizá sería oportuno revisar ese texto. La obra no tendría hoy los inconvenientes que tuvo entonces para llegar a escena. Recuerdo muy bien como la censura de la época (¡que ridículas, amén de aberrantes, resultan ahora sus actuaciones!) obligó a modificar el título español 'La ciudad en la que el príncipe es un niño', porque veía en él una crítica alusión al príncipe Juan Carlos al que Franco había nombrado sucesor a título de Rey. La obra tuvo que estrenarse con el título 'La ciudad en la que reina un niño'. ¡Absurdo!

Los dos títulos, en cualquier caso, recogían el espíritu de esta frase del Libro del Eclesiastés sobre la que, a tenor de los hechos denunciados, conviene hoy volver a meditar: "¡Ay del país que tiene por rey a un niño, y cuyos príncipes amanecen en banquetes!".

¡Ay!