Dos miradas

Arte y carceleros

Ngugi wa Thiong'o escribió en prisión en trozos de papel higiénico. La pulsión de la escritura no entiende de soportes exquisitos

Ngugi wa Thiong'o el año pasado en Barcelona.

Ngugi wa Thiong'o el año pasado en Barcelona. / periodico

Josep Maria Fonalleras

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Me entero, por el artículo que Eva Piquer publica en el 'Ara', que el novelista keniano Ngugi wa Thiong'o escribió en prisión en trozos de papel higiénico. Él mismo había leído que el ghanés Kwame Nkrumah había hecho lo mismo y no se lo creía. Pero lo pudo experimentar en la propia piel de quien, como él, vivía encerrado y con la necesidad absoluta, radical, de explicar aquel cautiverio injusto. Cualquier cosa es buena, cualquier recurso. De día, escribía en los márgenes de los libros que tenía al alcance y, de noche, pasaba en limpio aquellas notas en los fragmentos del frágil papel que no estaba pensado para la nobleza de la escritura sino para satisfacer una necesidad ineludible de higiene. La necesidad, la pulsión de la escritura, no entienden de soportes exquisitos. Es lo mismo que debía pensar Zoran Music cuando dibujaba bocetos de Dachau a escondidas de los nazis. Años después, aquellos apuntes se convirtieron en la sobrecogedora serie 'No somos los últimos', con aquella impresionante estiba de cadáveres, pintados como si fueran montañas de desolación.

El escritor kurdo iraní Behrouz Boochani, refugiado y confinado con vileza por Australia en la isla de Manus, en Papúa Nueva Guinea, ha repetido la historia. Esta vez, sin embargo, ha escrito una novela con mensajes de Whatsapp. Poco a poco, los envió al exterior y consiguió que se publicaran. Ha ganado el premio al mejor libro del año. El arte contra los carceleros.