ANÁLISIS

La rehabilitación de Trump

La operación de Washington en Venezuela recibe amplios apoyos internacionales e internos

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JOAN CAÑETE BAYLE

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Venezuela tiene el honor de ser el primer gran tema de política internacional en la que Donald Trump no está solo. Desde su llegada a la Casa Blanca, Trump se ha caracterizado en política internacional por romper consensos, alianzas y amistades entre países: Acuerdo de París contra el cambio climático, pacto nuclear con Irán, el traslado de la embajada de Estados Unidos en Israel a Jerusalén... Trump ha hablado mal de Justin Trudeau, se ha alineado con el brexit contra la Unión Europea, ha prodigado desplantes a los aliados europeos, ha puesto en una situación muy delicada al presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, ha impulsado una guerra comercial contra China, ha puesto en la picota a sus socios de la OTAN, ha defendido a Mohamed bin Salman hasta donde era razonable dada la alianza Washington-Riad y más allá... Trump el disruptivo, Trump el aislacionista, Trump el unilateral se ha encontrado, en la crisis venezolana, muy bien acompañado: Canadá, el grupo de Lima, varios países de la UE, incluidos Alemania, Francia y Alemania... Una especie de rehabilitación internacional de Trump ha venido a través de Caracas.

Canadá y España

Lo cual no deja de ser curioso, siendo como es la crisis venezolana un asunto muy cargado de apriorismos ideológicos. Dos apoyos resultan significativos: el de Canadá, que transmite el mensaje de que el asunto venezolano es un tema eminentemente americano, en sentido continental, no estadounidense; y el de España, con un Gobierno socialista, y por el peso tradicional de la diplomacia española en el país. Resulta claro que  Trump tiene más amigos que Nicolás  Maduro.

Más allá del choque de legitimidades de Maduro y Juan Guaidó, y más allá de la complejidad venezolana que desafía a los apriorismos y las trincheras ideológicas, es bastante difícil negar que el ritmo de la crisis viene marcado por Washington. La autoproclamación de Guaidó primero y ahora la cuestión del acceso de la ayuda humanitaria son movimientos coordinados con la administración Trump, que no solo cuenta con importantes apoyos externos, sino con plena colaboración interna, tanto del sector Miami (anticastrista) del Partido Republicano como de gran parte de la oposición demócrata.

Tanto apoyo a Trump se explica básicamente en que su operación venezolana es vintage estadounidense, gran gendarme de las Américas, con el aliciente innegable del petróleo.  Ni siquiera el presidente más aislacionista se resiste al encanto de poner y quitar presidentes en su patio trasero latinoamericano. Sí, Venezuela es un desastre, una catástrofe para los venezolanos. Sí, los derechos humanos bajo Maduro no se respetan. Pero en Egipto Washington apoyó (y apoya) un golpe militar y un régimen atroz como el de Al Sisi, y no es difícil imaginar qué sucedería en Arabia Saudí, esa democracia, si un opositor se autoproclamara presidente. La operación Trump en Venezuela no va de derechos humanos. Apoyarla en nombre de los derechos humanos es autoengañarse. Y engañarnos.