Falsa imagen del machismo juvenil
Violencia machista y adolescencia: la realidad que no queremos ver
Hablamos a las chicas de empoderamiento, de libertad, pero la realidad les devuelve patriarcado, juicio, sometimiento y, en el caso de Reus, asesinato
Gemma Altell
Psicóloga social. Fundadora de G360.
Gemma Altell
El asesinato de la chica de 17 años en Reus constata, una vez más, que ninguna mujer está exenta de sufrir violencia machista extrema. Dramáticamente, la realidad nos desmonta esta construcción -demasiado generalizada- de que ha habido una evolución positiva en el funcionamiento de las relaciones sexoafectivas adolescentes y en los estereotipos sobre las mujeres y el género femenino con respecto a las generaciones anteriores. No es cierto. O, al menos, no es cierto mayoritariamente. En los últimos dos años la violencia machista entre adolescentes ha aumentado el 45%ha aumentado el 45%. Pero ahora lo más sería fácil echar la culpa a la juventud. No lo veo así. Es cierto que se ha instalado entre la adolescencia y la juventud una suerte de 'espejismo de la igualdad' que les hace pensar que la violencia machista y, en definitiva, la desigualdad estructural, es una concepción antigua que no corresponde a los tiempos actuales. Como mucho pueden vincular la violencia hacia las mujeres con el mundo adulto.
La falsa ilusión de la libre elección
El machismo ha sido lo bastante camaleónico como para dificultar la visibilización de las nuevas formas de machismo y control que se ejemplifican en las generaciones más jóvenes y generar la ilusión de la 'libre elección': "Yo elijo dar mis contraseñas de las redes sociales a mi pareja porque tengo confianza, no me siento controlada. Yo elijo tener una sexualidad libre y diversa, pero quiero que la chica que esté conmigo no haya estado con nadie más. No es posesión, es amor". Pero, desgraciadamente, el mundo adulto ha contribuido mucho a ello. Hemos decidido que la educación que necesitaban nuestros y nuestras jóvenes era información: aprender qué decir y cómo decirlo. Quizá incluso llevar lazos lilas y acudir a manifestaciones. Instalarlos en la corrección política. Pero no hemos educado diferente; no hemos interpelado las creencias más profundas, nuestros modelos familiares; no hemos inducido el pensamiento crítico.
¿Por qué? Porque no nos hemos creído de verdad que necesitamos, urgentemente este cambio social. Para nosotras; pero sobre todo para las nuevas generaciones. Ahora, la realidad, como un puñetazo, nos devuelve la dimensión y la gravedad: Que las nuevas generaciones son tan machistas como las nuestras. Que seguirán muriendo mujeres como no vayamos a la raíz. Las leyes son imprescindibles, pero no son suficientes. Es necesario que la violencia machista entre adolescentes y jóvenes se perciba tan relevante y seria como la que vive el mundo adulto. Porque para que las chicas puedan ser y actuar como personas libres hay que cambiar todo el contexto y los imaginarios. La mirada hacia las chicas y las consecuencias que viven siguen teniendo una mirada machista. Les hablamos de empoderamiento, de libertad, hablamos de no sentirse juzgadas por sus elecciones, pero la realidad les devuelve patriarcado, juicio, sometimiento y, en este caso, asesinato.
¿Sacudirá conciencias este asesinato machista? Nos hará repensar cuál es el legado que dejamos a las nuevas generaciones? ¿Podremos mirar más allá del juicio generacional con el clásico 'cualquier tiempo pasado fue mejor'?.
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