Obsequios y vida
Regálate una madre
Nunca he entendido por qué narices nos felicitamos cuando llega el día en que nacemos, el día en que cumpla años y mi madre ya no esté sí que será triste para mí
Nunca voy a bodas. Lo decidí hace muchos años y las razones son varias. No me gusta que me digan lo que tengo que comer, dónde me tengo que sentar y lo que tengo que regalar. Esto último es lo que más me fastidia. Ese descaro de ponerte un número de cuenta grapado a una cutre invitación o darte una lista de chorradas ultra caras, para que tú escojas. El sentido del regalo, en general, se está perdiendo. Es cierto que muchas veces te regalan cosas que no quieres o no necesitas, pero lo prefiero a un regalo práctico sin sorpresa.
Durante las pasadas Navidades, que por suerte ya han pasado, pensé mucho en ello. Cada vez me cuesta más regalar cosas auténticas. Todo le mundo lo tiene todo y conforme pasa el tiempo, más difícil es acertar. Sobre todo con la familia. Entre la Navidad, los santos, el Día de la Madre, el Día del Padre, las bodas, los bautizos, las comuniones, las cenas de empresa y los malditos amigos invisibles. Nos pasamos media vida regalando y felicitando. Luego están los cumpleaños, que con el maldito Facebook ya no cuela aquello de olvidarse. Y cuando todo acaba aparecen las malditas rebajas.
Por otra parte, nunca he entendido por qué narices nos felicitamos los humanos cuando llega el día en que nacimos. Siempre he pensado que esto es algo que incumbe a las madres o a los padres. Ellos son los que hicieron el esfuerzo, los que se supone que nos querían, los que recuerdan aquel momento a la perfección. ¡Es su película, no la nuestra! ¿A mí de qué me sirve pensar que tengo un año más? A ver, me gusta, no os lo negaré. La alternativa es la muerte y no me apetece nada dejar de existir. Vivir es algo que intento celebrar cada día de mi vida. El día en que cumpla años y mi madre ya no esté, ese día, sí que será triste para mí. Mi mayor regalo, es tenerla. Es una mujer culta, vital, sana, divertida y pesadísima como todas las madres. Si pudiéramos regalar madres por Navidad, yo os regalaría un trocito de la mía. Un abrazo a todos los perdieron a la suya demasiado pronto.
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