Occidente

Reintentar la democracia

Merece la pena probar nuevos medios para acercar a la ciudadanía a la deliberación política, para fomentar su participación y para poner freno a una desafección rampante

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Cristina Manzano

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El mundo occidental asiste desazonado a lo que se presenta como un imparable, (¿e inevitable?) declive de la democracia. Su erosión por aquellos que hasta hace no mucho eran sus supremos adalides ha abierto una nueva vía de agua en la balsa de incertidumbres sobre la que flotamos últimamente.

Se habla de crisis de legitimidad y de representatividad. Parte de la ciudadanía no reconoce como propias ni las instituciones ni mucho menos a los políticos que, supuestamente, debían servir de intermediarios entre el poder de decidir y la voluntad popular. Mucho se ha debatido también sobre la crisis de los partidos, que han abandonado su razón de ser para convertirse, a menudo, en el centro de una red clientelar que solo busca perpetuarse. La última manifestación notable de esta realidad han sido las revueltas de los chalecos amarillos, quienes sin una cabeza visible y reconocible han puesto patas arriba el papel de sus representantes políticos.

Acercar a la ciudadanía al juego político

Para contrarrestar estas tendencias, hace tiempo que se vienen ensayando nuevas formas de participación que acerquen a la ciudadanía al juego político y, sobre todo, que ayuden a recuperar su fe en la democracia.

En los tiempos que corren, la tecnología está llamada a ocupar un lugar relevante en ese esfuerzo. El acceso casi universal a la red -en nuestros países- hacía vislumbrar una suerte de democracia digital que agilizara y facilitara los procesos. Paradójicamente, las posibilidades -reales y demostradas- de injerencia y de 'hackeo', y la fragilidad de los sistemas ante los ataques han supuesto un freno importante a tal aspiración.

Sin embargo, sí están funcionando -con diferentes niveles de éxito- las plataformas ciudadanas que con un carácter participativo permiten aportar propuestas, debatirlas y votarlas. Estos ejercicios se están dando sobre todo en el plano local -un ejemplo cercano es Decide Madrid, puesto en marcha por el ayuntamiento de la capital-. También la Comisión Europea ha lanzado sus consultas sobre el futuro de Europa, una encuesta abierta a todos los ciudadanos. Más conocido ha sido su referéndum digital sobre el cambio de hora, que ha generado gran polémica en la Unión.

Posiblemente la forma más innovadora de incentivar la participación ciudadana sea la del sorteo: una muestra de ciudadanos y ciudadanas, elegidos aleatoriamente pero garantizando su representatividad en cuanto a género, edad o extracción social, se reúne para deliberar sobre propuestas específicas, apoyada, si es necesario, por un grupo de expertos de su elección. Sus decisiones están motivadas y fundamentadas y rompen con el juego emocional, pero sin sustancia, en el que se ha convertido la batalla política. Como dice Terrill Bouricious, uno de los mayores expertos en la materia, “el sorteo no genera opinión pública, sino juicio público”.  

El poder del sorteo

Esta fórmula ha sido aplicada con éxito a la hora, entre otros, de aprobar presupuestos municipales en Australia, de revisar leyes de iniciativa ciudadana en Oregón (Estados Unidos) o incluso en la modificación de las constituciones de Islandia, Mongolia o Irlanda. Este último caso ilustra a la perfección el poder del sorteo para lograr un sistema más representativo y democrático. En un país con una clase política formada mayoritariamente por hombres mayores, en el que la tradición conservadora parecía inamovible, un jurado ciudadano elegido por sorteo fue capaz de proponer cambios en la Constitución que acabaron en sendos referendos: en el primero se aprobó el matrimonio homosexual; en el segundo, el aborto.

En otro orden de cosas, más de 1.200 consultas ciudadanas se han organizado en numerosos países de la Unión Europea, incluido España, en los últimos años, sobre todo a lo largo del 2018. Si ya la Comisión Juncker había impulsado este tipo de iniciativas, la llamada a la participación ciudadana del presidente francésEmmanuel Macron, para debatir sobre el futuro de Europa ha sido también un elemento decisivo. La intención es que el resultado sirva para alimentar el debate previo a las próximas elecciones al Parlamento Europeo.

Sea cual sea el formato, merece la pena probar nuevos medios para acercar a la ciudadanía a la deliberación política, para fomentar su participación y para poner freno a una desafección rampante. Es necesario reintentar la democracia y devolverle el valor que tiene en el conjunto de los sistemas políticos. Porque, como afirmara Winston Churchill: "Dicen que la democracia es la peor forma de gobierno si se exceptúan las demás que se han ensayado".