ANÁLISIS

La reconciliación, mejor sin mártires

La huelga de hambre de Sànchez y Turull no doblegará voluntad alguna, pero cebará el clímax de excitación social que busca la dirigencia independentista

Concentración en apoyo de Jordi Sànchez y Jordi Cuixart, en la plaza de la Universitat de Barcelona, el pasado marzo.

Concentración en apoyo de Jordi Sànchez y Jordi Cuixart, en la plaza de la Universitat de Barcelona, el pasado marzo. / periodico

ENRIC HERNÀNDEZ

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La huelga de hambre “indefinida” anunciada por Jordi Sànchez y Jordi Turull imprime un giro dramático al debate sobre el procesamiento y la prisión preventiva de los líderes del ‘procés’. A pocas semanas del juicio del Tribunal Supremo, tan extrema medida de protesta, con graves riesgos para la salud e incluso la vida de quienes la protagonizan, devuelve el conflicto catalán al terreno de la emotividad, alejando la posibilidad de encauzarlo por vías dialogadas y democráticas.

Pese a que en su nota solo exigen que el Constitucional “desbloquee” los recursos de amparo que han interpuestoConstitucional, en apariencia un mero formalismo para poder librar la batalla jurídica en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TDEH), la iniciativa va mucho más allá. Y sus efectos, tanto personales como políticos, pueden ser de enorme calado.

El anuncio persigue dar visibilidad  fuera de España a una causa, la independentista, que tras la eclosión del 1-O, y a pesar de contar con nueve personas encarceladas sin juicio y procesadas por gravísimos delitos, continúa sin captar la anhelada atención internacional. Sus referentes no serían, pues, ni el antifranquista Lluís Maria Xirinachs ni los etarras y ‘grapos’ que se han declarado en huelga de hambre durante la democracia, sino un personaje como Bobby Sands, el primero de la decena de miembros del IRA fallecidos por inanición voluntariaBobby SandsIRA  en las cárceles británicas en los 80.

Elegido como diputado estando en prisión, igual que Sànchez, el católico Sands logró con su protesta tal repercusión internacional que hasta el Vaticano trató de mediar para arrancar alguna concesión de Londres que pusiera fin al ayuno. Pero todas las gestiones fueron en vano: la ‘premier’ Margaret Tatcher se negó a ceder a las exigencias de los presos del IRA, que juzgaba como un chantaje.

Como bien conocen los presos independentistas y la propia Assemblea Nacional Catalana (ANC), ante un  órdago como esta huelga de hambre las posibilidades de que el Constitucional anticipe la resolución de los recursos tienden a cero. Entre otras razones, porque si una institución del Estado --de cualquier estado-- cediese ante este tipo de desafíos, su autoridad quedaría seriamente en entredicho.

EL 'MOMENTUM' DE TORRA

De convertir Sànchez y Turull su ayuno en algo más que un gesto testimonial y limitado en el tiempo, aparte de poner en grave riesgo sus vidas, solo estarían cebando el clímax de excitación social –el célebre ‘momentum’ de Quim Torra-- que la dirigencia soberanista ansía para hacer no se sabe exactamente qué. No para resolver el conflicto; acaso para enquistarlo, amén de dificultar un juicio sosegado en el que las defensas intenten desmontar las desproporcionadas acusaciones de la fiscalia.

Tras el sacrificio de Sands, convertido en icono de la causa irlandesa, la paz tardó casi dos décadas en llegar al Ulster, que sigue inserto en el Reino Unido. El ‘procés’ no necesita mártires, sino inteligencia política y diálogo, mucho diálogo, para tejer la indispensable reconciliación en Catalunya.