Aniversario del 20-N

Matar a Franco

Parece que callamos para no molestar y los que de verdad molestan alaban en voz alta y clara al dictador

Varios ciudadanos posan ante la tumba de Franco en el Valle de los Caídos, este sábado.

Varios ciudadanos posan ante la tumba de Franco en el Valle de los Caídos, este sábado. / SUSANA VERA

Olga Ruiz

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Un año más el calendario vuelve a posarse en el 20 de noviembre y en este país seguimos sin matar a Franco. Se nos empieza a hacer tarde. Llevamos 43 años de prudencia mal entendida, aderezada con un punto de cobardía que nos impide llegar al objetivo final: matar al dictador. Que se haya muerto no quiere decir -ni mucho menos- que lo hayamos matado, para lo segundo se necesita una madurez y un consenso nacional al que no acabamos de llegar nunca. No se puede derrotar definitivamente al dictador si el saco de complejos que cargamos sigue pesando demasiado. A veces tengo la sensación de que nos movemos, sí, pero no avanzamos, ni lo haremos hasta que no seamos capaces de soltar lastre.

Para matar a Franco no sirven ni los pactos de silencio del pasado, ni el olvido consciente y forzado. Parece que callamos para no molestar y los que de verdad molestan alaban en voz alta y clara al dictador. A lo largo de toda la semana, se van a oficiar 18 misas en diferentes ciudades de nuestro país por el alma del caudillo. No vayan a pensar que son  reuniones de fieles semiclandestinas, se anuncian abiertamente en la página web de la fundación que le venera, la que lleva su nombre y ensalza su figura en nuestros medios de comunicación.

El traslado de los restos

Glorificar a un dictador en nuestro país es legal, para que luego digan que España no es diferente.  Pero la cuestión, es que mientras esto está pasando, el resto, que deberíamos ser todos, seguimos discutiendo, sobre si es o no el momento de desenterrarlo, sobre dónde debería ser llevado su cuerpo, sobre si es urgente o no, sobre si deberíamos olvidar y pasar página... Seguimos discutiendo sobre todo, vaya a ser que nos pongamos de acuerdo en algo  importante, vaya a ser que alguien se apunte el tanto y el resto se aleje de su nicho de posibles votantes... Vaya a ser que hagamos política.

Franco sigue siendo un tentetieso al que zarandeamos pero siempre vuelve a su posición inicial, el problema es que su base semiesférica, esa que actúa de contrapeso, somos nosotros mismos, los demócratas, por contradictorio que parezca. Para hacerlo volcar, basta con que dejemos de sostenerlo, aunque lo hagamos de forma involuntaria.

Este país necesita afrontar con seriedad de una vez por todas la ley de memoria histórica, sí, pero con la ley no es suficiente. La memoria colectiva no es más importante que la de cada uno de nosotros. Hace unos días, leía en un artículo sobre salud neuronal, que no hay nada más saludable para proteger nuestra memoria que conversar con vecinos, amigos o familiares. ¿Hemos hablado de Franco, lo suficiente entre nosotros? ¿Les pudo a nuestros padres o abuelos el tabú que suponía entonces? ¿Nos ha podido a nosotros el tedio? ¿Les puede a nuestros jóvenes el considerarlo un asunto demodé? Hablemos de una vez por todas, expliquémonos nuestras vergüenzas, compartamos nuestros horrores y errores. Solo cuando hablemos entre nosotros, sin la puerta cerrada, sin la voz queda, sin censurarnos, solo entonces podremos matar a Franco.