Una zona en la agenda política

Continuidades balcánicas

Los Balcanes no son una excepcionalidad pero sí un esperpento de la realidad europea

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Ruth Ferrero-Turrión

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Los Balcanes no son un caso único y especial y los acontecimientos lo confirman. Es imprescindible cambiar la imagen romántica de esta región que “producía más historia de la que podía consumir”, según Winston Churchill. Sin embargo, ninguno de los acontecimientos históricos que ha vivido esta región puede ser explicado al margen de la historia de Europa.

Durante las últimas semanas se han producido varios acontecimientos que han puesto a los Balcanes en la agenda política. Las negociaciones entre Belgrado y Pristina sobre un potencial cambio de demarcación fronteriza y formación de estados de base étnica preocupan en Europa por sus posibles implicaciones en otros lugares. Los referéndums de Macedonia y Rumania sobre cuestiones tan dispares como el cambio de nombre en el primer caso y contra los derechos civiles de los homosexuales en el segundo proporcionan un motivo para reflexionar sobre las democracias plebiscitarias, sus virtudes y sus defectos. En ambos casos, la población ha optado por la anomia, la desafección mostrando la distancia entre sus intereses y los de su clase política. Esto contrasta con la alta movilización social por la regeneración y contra la corrupción que terminaron en ambos países con un cambio de gobierno.

Por último, las elecciones en Bosnia-Herzegovina, el país más inestable de la región, marcadas por la campaña electoral más sucia desde 1995 y una movilización social liderada por dos padres coraje, antiguos combatientes en bandos opuestos unidos contra la corrupción policial tanto en Sarajevo como en Banja Luka que simbolizan la unión de la ciudadanía frente al sistema político. Sistema bendecido por EEUU y asumido por la UE, surgido de los acuerdos de Dayton, que ayudó a parar la guerra, pero no sirve para construir la paz, y principal responsable de la situación de parálisis institucional del país. El consociacionismo distribuye el poder sobre líneas étnicas perpetuándolas en relaciones clientelares que se retroalimentan. El eje identitario gobierna sobre el ideológico utilizando un débil estado de Derecho para su beneficio.

La agitación de los fantasmas de la secesión, la inestabilidad regional y la presencia de otros poderes regionales como Rusia y Turquía en detrimento de la UE son las armas que esgrimen las élites políticas como moneda de cambio frente a una hoja de ruta de la UE que es sencillamente ignorada. Bruselas no hace nada y calla consciente de la pérdida de influencia sufrida y del fracaso del principio de condicionalidad en Bosnia ante lo que no tiene respuestas.

La UE, a través de su permisividad frente a líderes de corte nacional populista, ha reforzado sus posiciones y sus vínculos con Bannon o Putin, como sucede en el caso del serbobosnio Dodik, siguiendo la estela de otros líderes europeos que han hecho del posibilismo político, el populismo y el nacionalismo su bandera. Los Balcanes no son una excepcionalidad pero sí un esperpento de la realidad europea. Nada de lo que allí sucede nos es ajeno.