LA CLAVE
Puigdemont, poca lírica y mucha prosa
Los cálculos personales del 'expresident' han impedido hasta el último minuto la formación de un nuevo Govern
Luis Mauri
Director adjunto
LUIS MAURI
Malos tiempos para la lírica, sonaba el pop cultivado de Golpes Bajos en los primeros 80. Tres décadas y media después, la esencia de la época no es muy distinta por más chocante que pueda resultar esta afirmación en plena sobredosis de chutes épicos.
La agit-prop independentista ha demostrado una altísima efectividad a la hora de galvanizar su apuesta política con un barniz lírico poblado de paraísos prometidos, mártires luminosos y diablos aberrantes. Pero bajo este misticismo afectado y pomposo late en realidad un corazón bien prosaico y terrenal.
Bajo el artefacto propagandístico, lo que hay es una mayoría independentista capacitada desde hace cinco meses para investir a un nuevo presidentpresident y formar un nuevo Gobierno en Catalunya, pero inmovilizada durante todo ese tiempo por el cálculo personal de Puigdemont, defendido a capa y espada por sus pretorianos. El expresident sabe que su declive político (y el de su proyecto de crear un nuevo movimiento nacionalista hegemónico en Catalunya) comenzará en el mismo momento en que la Generalitat tenga un nuevo Govern, por más afín que este sea a sus postulados. El espectro político de Artur Mas debe de recordarle cada día este inapelable mandamiento darwinista.
Tardà y la vergüenza
Enfrentado a la dirección de su propio partido, el PDECat, y a sus aliados de ERC, Puigdemont se ha resistido hasta el último minuto a permitir que la legislatura catalana arranque de una vez, cosa que sucederá con toda probabilidad la semana próxima, después de que el expresident y sus pretorianos hayan amagado con forzar una repetición electoral.
El diputado de ERC Joan Tardà aún alertaba este lunes contra esta última posibilidad: "Si se nos conduce a nuevas elecciones (teniendo presos y exiliados) y sale un Parlament sin mayoría independentista, a algunos deberá caerles la cara de vergüenza".
El carácter subjetivo de esa turbación del ánimo que llamamos vergüenza es poderosísimo. ¿Experimentarían un sentimiento similar los líderes de ERC el día en que empujaron a Puigdemont a cambiar de criterio y proclamar la DUI en vez de convocar elecciones?
Poca lírica y mucha prosa. Y el rubor, como siempre, arbitrario.
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