Dos miradas

Menguar

Barcelona se soñó grande y se ganó un lugar entre las grandes. Que no nos atrape el ensimismamiento y, con él, el riesgo de empequeñecernos

MENOS TURISTAS Unos huéspedes salen con sus maletas de un hotel.

MENOS TURISTAS Unos huéspedes salen con sus maletas de un hotel.

EMMA RIVEROLA

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Barcelona ha perdido la Agencia Europea del Medicamento y, por primera vez en 39 años del Imserso, en Catalunya aún quedan plazas libres. ¿Y qué tendrá que ver la pérdida de inversión, talento y puestos de trabajo de la AEM con las vacaciones de los jubilados españoles? Muy poco en impacto económico, menos aún en repercusión internacional. Pero quizá algo en el etéreo mundo de las aspiraciones.

«¿Ha venido hasta aquí en coche?», le preguntaron a Pasqual Maragall cuando viajó a Los Ángeles para impulsar la candidatura olímpica de Barcelona. Era 1984, y aquella anécdota reveló al alcalde el gigantesco esfuerzo que se requeriría para poner a la ciudad en el mapa. Pero se consiguió. Y Barcelona se labró una imagen muy cercana a la ciudad de los sueños. La creatividad mediterránea y la eficacia europea. Sol y cultura. Libertad y orden. Llegó la crisis y, tras la fachada de bienestar, se escondían callejones de miseria. Pero el foco de atracción siguió brillando, alimentando la economía y el impulso para combatir la desigualdad.

La pérdida de la AEM, la huida de las empresas y la flaqueza del turismo son señales de que ese foco titila. Más allá de las acusaciones histéricas de algunos políticos, es fundamental que, como Maragall, seamos conscientes de dónde estamos y de lo que está en juego. Barcelona se soñó grande y se ganó un lugar entre las grandes. Que no nos atrape el ensimismamiento y, con él, el riesgo de empequeñecernos.