IDEAS

Recordando a Nick

MÚSICA PARA LEER 3 Algunos músicos que protagonizan novedades editoriales son, de arriba a abajo y de izquierda a derecha, Mick Jagger, los Beatles, Syd Barret, Nick Drake y Nick Cave.

MÚSICA PARA LEER 3 Algunos músicos que protagonizan novedades editoriales son, de arriba a abajo y de izquierda a derecha, Mick Jagger, los Beatles, Syd Barret, Nick Drake y Nick Cave.

Ramón de España

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Unos libros requieren más esfuerzo que otros para ser publicados entre nosotros. Un ejemplo de ahora: cualquier volumen sobre los Beatles o los Stones se venderá más que ese sobre Nick Drake que acaba de editar Malpaso bajo el título de 'Recuerdos de un instante', gesto de un valor admirable porque en España los admiradores del adorable señor Drake (1948-1974) se cuentan más por docenas que por miles. Se trata, de hecho, de un libro escrito por los amigos del difunto y para aquellos que, sin haberlo llegado a conocer, más allá de sus hermosas y melancólicas canciones, se consideran como tales. Gente como uno mismo, sin ir más lejos.

Los admiradores del adorable señor Drake en España se cuentan más por docenas que por miles

Drake tuvo una vida y una carrera musical cortas. Le dio tiempo a grabar tres discos –‘Five leaves left’ (1969), ‘Bryter layter’ (1971) y ‘Pink moon’ (1972)– que nadie compró en su momento, contribuyendo a potenciar su natural depresivo, que le llevó el 25 de noviembre de 1974 a atiborrarse de pastillas y despedirse de un mundo que no había hecho gran cosa para que se sintiera más a gusto en él. Su último disco oficial –más adelante, cuando pasó a la historia como uno de los cantautores británicos más conmovedores de todos los tiempos, aparecieron grabaciones inéditas, incluyendo algunas grabadas en casa con su madre, Molly– lo mostraba, para quien supiera ver –su productor, Joe Boyd, y pocos más– solo, triste y abandonado. Sin los arreglos y las florituras de ‘Five leaves left’ y ‘Bryter layter’, ‘Pink Moon’ presentaba a Nick en su versión más pura y simple, cantando, tocando la guitarra y el piano y sin nadie más en el estudio. Se vendió menos que los dos anteriores, y se refugió en la casa de sus padres, de donde ya no salió con vida.

Su obra, tras unos años de olvido y desinterés, fue reivindicada de forma natural y sin que su compañía discográfica se encargase de ello. Pasó a ser un secreto compartido, una epifanía para 'connaiseurs' del talento ignorado; y el difunto, líder de una secta sonora que convirtió en himnos casi clandestinos sus composiciones de una melancolía bellísima que a ratos hería, pero siempre hacía compañía. 

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