Opinión | Editorial

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Narcopisos y autodefensa vecinal

Los vecinos del Raval no pueden caer en la tentación de aplicar la justicia por su cuenta para expulsar a traficantes de los narcopisos

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El número 22 de la calle de En Roig de Barcelona se ha convertido en un inquietante símbolo del fenómeno de los narcopisos que están destrozando comunidades enteras y que han devuelto la heroína al Raval. En este bloque los traficantes de droga se apoderaron de varios domicilios abandonados por sus dueños (fondos de inversión y entidades financieras) donde ofrecían al toxicómano heroína (a menudo muy adulterada) y un lugar cerrado donde inyectársela de inmediato. Tras casi dos años de angustia vecinal, los Mossos d’Esquadra y la Guàdia Urbana desalojaron el pasado viernes las viviendas, detuvieron a tres traficantes y tapiaron después las puertas de acceso a la finca. No hicieron lo mismo con las ventanas y el domingo dos de los detenidos, que habían quedado libres tras pasar a disposición judicial, irrumpieron de nuevo en la casa. Tras ser bloqueados y conminados a irse por los vecinos, estos decidieron actuar por su cuenta y clausurar todos los accesos en una iniciativa desesperada de autodefensa.

Es cierto que el sistema garantista de la legislación española no ayuda a expulsar a los ocupantes ilegales de pisos. Los jueces exigen pruebas concluyentes para el desalojo  y los cuerpos policiales no pueden reunirlas con rapidez. En esta situación, la colaboración de los vecinos resultará siempre necesaria pero esta nunca puede derivar en aplicar la justicia por su mano.  Eso solo agravaría un problema que debe ser abordado con celeridad por los poderes públicos.