Iniciativa ciudadana

Los vecinos se desesperan y tapian por su cuenta la narcofinca del Raval

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Guillem Sànchez / Barcelona

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Los vecinos de la calle de En Roig han tapiado por su cuenta dos narcopisos que fueron desalojados policialmente el pasado viernes. Lo han hecho pagando de su bolsillo un albañil y accediendo sin autorización de los propietarios en ambos domicilios para clausurar las ventanas del patio de luces, el balcón que da a la calle y la puerta de acceso a las viviendas. La medida supone una vuelta de tuerca más en el conflicto que los pisos de la droga han hecho estallar en el Raval de Barcelona. Y coloca a las víctimas de una plaga, que ha devuelto la heroína a las calles de su barrio, en el ojo del huracán. Paradójicamente, una acción desesperada que solo quiere evitar que los dos domicilios caigan otra vez en manos de los traficantes, también les expone a ellos a ser sancionados por la misma ley que se ha demostrado inútil para protegerlos. Precisamente porque hace posible la existencia de los pisos de la droga. 

Símbolo de la plaga

La finca del número 22 de en En Roig es el símbolo de los narcopisos. En este bloque los traficantes ocuparon tres domicilios (el 1º 2ª, el 2º 1ª y el 3º 2ª). El de la segunda planta, utilizado como una sala de venopunción clandestina, fue cerrado a finales de julio. Los inquilinos del tercero, de nacionalidad paquistanísubministraban la heroína a los del primero, de nacionalidad rumana, que vendían dosis adulteradas –a 10 euros la unidad–  a toxicómanos que llenaron la escalera de jeringuillas usadas, de sangreorínheces y basura. Esto expulsó a todos los vecinos –menos uno, el del 2º 2ª, de nombre Shajibul y de origen bangladesí, que estoicamente ha seguido habitando en el infierno–  y convirtió el bloque en una mansión de la droga. Algunos yonquis incluso invadieron los rellanos superiores, y el tejado del edificio, para instalarse allí las 24 horas.

El pasado viernes los Mossos d’Esquadra y la Guardia Urbana, tras casi dos años de angustia vecinal, consiguieron la orden de un juez que les permitió irrumpir en los narcopisos y detener a los tres traficantes paquistanís del tercero. Ciudadanos como Carlos, que reside en la finca anexa y es uno de los que llevan más de 70 noches de caceroladas de protesta pidiendo auxilio a las administraciones, estaban eufóricos. Tras tantos meses conviviendo con la venta de droga, finalmente la justicia había actuado.

Los traficantes regresan

Con el arresto de los traficantes, y el desalojo de ambos narcopisos, el Ayuntamiento de Barcelona –previa autorización de la propiedad de ambos inmuebles- costeó subsidiariamente las obras para tapiar las dos puertas de acceso a los domicilios. Pero no pusieron ladrillos en las ventanas. Josep, propietario de una casa del número 22, ya avisó ese mismo viernes de que no blindar ambas viviendas completamente entrañaba peligro. El domingo, tras pasar a disposición judicial, los tres detenidos salieron en libertad con cargos. Esa misma noche, dos de ellos se descolgaron desde el tejado y reocuparon 'su narcopiso'. La acción acabó definitivamente con la paciencia de los vecinos.

La presión de la protesta que armaron se arremolinó contra los dos traficantes encerrados en la vivienda reocupada logró convencerlos para que salieran. Entre ambos, los camellos desde dentro y los vecinos desde fuera, a las 21.30 horas, abrieron un hueco en la puerta tapiada. 

El asalto de los traficantes, que tras este intento han estado merodeando por los alrededores para observar si la vigilancia ciudadana menguaba, ha forzado a los vecinos a tomar la decisión de sellar completamente ambos narcopisos por su cuenta.

Fuentes del Ayuntamiento de Barcelona han explicado que, tras comprobar la futilidad de tapiar solo la puerta principal, y tras pedir nuevamente permiso a los propietarios de ambos domicilios (un banco y un fondo de inversión que se han desentendido siempre del problema, y al borrarse, han facilitado las cosas a los traficantes y han condenado a los vecinos), tenían previsto regresar este martes para blindar las ventanas. Demasiado tarde para vecinos tan desesperados que hoy se la han jugado para salvar su calle.