Los ocho motivos por los que ha triunfado Whatsapp
El modo en que nos comunicamos sería diferente si no existiese la 'app' de mensajería instantánea
Ferran Lalueza Bosch
Profesor de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación (UOC)
FERRAN LALUEZA
El modo en que nos comunicamos con familiares, amigos y demás contactos sería muy distinto si, hoy hace ocho años, no se hubieran escrito las primeras líneas de código de una aplicación de nombre ingenioso: WhatsApp. De cada seis terrícolas, uno utiliza esta 'app' de mensajería instantánea. Su octavo aniversario es un buen momento para revisar los ocho factores clave de su éxito.
El primero: uso intuitivo y voluntad de hacernos la vida más fácil. Su gran acierto inicial ya fue el acceso automático a la agenda de contactos del móvil, evitándonos tener que incorporarlos manualmente.
El segundo: seguridad. Aunque sus primeros ocho años de vida no han estado exentos de sustos y tropiezos, WhatsApp ha evidenciado una constante preocupación (culminada con la encriptación de extremo a extremo) por mostrarse como una plataforma confiable.
El tercero: gratuidad. La primitiva anualidad de un dólar acabó desapareciendo, y se apoya en la conectividad a Internet para no generar recargos al usuario.
El cuarto: rechazo de la publicidad. Ello no quita que esté explorando vías para ofrecer al mundo empresarial opciones como herramienta de comunicación –en principio, consentida– con sus públicos.
El quinto: diligente adaptación a toda clase de plataformas y dispositivos. No importa cuán obsoletos o incipientes puedan considerarse, la app intenta dar servicio a todos los sistemas operativos.
El sexto: músculo financiero de Facebook, su empresa madre desde 2014. Para la supervivencia y consolidación de WhatsApp, que no cobra a sus usuarios ni vende publicidad, el detalle no es baladí.
El séptimo: su vertiginoso crecimiento. Para una herramienta comunicativa, alcanzar una determinada masa crítica de usuarios con rapidez es crucial. A partir de ahí, el crecimiento se sustenta en dinámicas de efecto contagio.
Y octavo factor, probablemente el más determinante: capacidad para reinventarse permanentemente siguiendo las muy cambiantes tendencias comunicativas. WhatsApp nació como una herramienta para indicar a nuestros contactos nuestro estado (disponible, ocupado, en el cine...) pero enseguida optó por focalizarse en la mensajería instantánea textual, aniquilando en el viraje a los entrañables SMS.
A medida que en nuestra comunicación hemos ido primando los elementos audiovisuales por encima de los textuales, la 'app' apostó por las imágenes y los contenidos multimedia de forma decidida. Cuando la mensajería se le quedó pequeña, entró sin dudarlo en el ámbito de las llamadas de voz y ahora también ofrece videollamadas.
Esta semana, WhatsApp ha vuelto a evolucionar potenciado de nuevo el tema de los estados, que ahora pueden ilustrarse con imágenes y vídeos, y que además desaparecen en 24 horas. Es un modo de reconectar con sus orígenes y de asestar un buen mandoble a Snapchat, la emergente red social que se diferenciaba por su naturaleza visual y sus contenidos perecederos. Mamá Facebook se alegrará de ver así contra las cuerdas a una red social que, entre los usuarios más jóvenes, amenazaba su reinado.
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