Un tiempo no perdido
Cara al 26-J, los votantes conocemos cuál es la disposición del PP al diálogo, la ductilidad de Ciudadanos y el abismo que separa a PSOE y Podemos
Enric Hernàndez
Director
Director de EL PERIÓDICO desde el 2010 y licenciado en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. En 1998 se incorporó al diario como redactor jefe de Política en Madrid. Un año más tarde, asumió la jefatura de la delegación y, en el 2006, fue nombrado subdirector. También trabajó en 'El País' como director adjunto y en el diario 'Avui', donde inició su carrera profesional.
ENRIC HERNÀNDEZ
Es comprensible el hartazgo de muchos votantes ante lo acontecido en la vida política española tras las elecciones del 20-D elecciones20-D. El fin del bipartidismo y las malogradas negociaciones de investidura han demolido las fronteras entre la vieja y la nueva política, al evidenciar que el peso de los personalismos y las estrategias partidistas lastran la consecución de acuerdos de amplio espectro.
El suspenso es general y el fracaso, compartido, pero no todos se han esforzado en igual medida para evitar la repetición de las elecciones. No han sido, por tanto, cuatro meses perdidos; cuando se abran de nuevo las urnas, el 26 de junio, los españoles tendrán más información para decidir el sentido de su voto.
Mariano Rajoy leyó bien el veredicto electoral, que salvo claudicación socialista lo incapacitaba para optar a la investidura y convertía a Pedro Sánchez en la rótula de cualquier acuerdo. Dio un paso atrás y cedió el turno al líder del PSOE confiando, a la vista está que con acierto, en su fracaso. Pero la abulia negociadora y el lodazal de la corrupción que rodea al PP han empañado su candidatura más incluso que en puertas del 20-D.
De su primera gesta, haber sorteado las emboscadas que le tendía el PSOE, Sánchez no está en condiciones de sacar pecho. Luego se amancebó con quien se avino a prestarle sus votos, Albert Rivera, para desbloquear el calendario de investidura. Se amurallaba así en el centro político, expulsaba la consulta catalana de la agenda y atemperaba las exigencias de Pablo Iglesias, de quien nunca se fió.
Apuntillar al PSOE
Tal vez fuera la pompa con que Sánchez presentó su pacto con Rivera, réplica de la teatral "oferta de Gobierno" de Iglesias, la que dinamitó todo entendimiento entre PSOE y Podemos. Enmudecieron quienes en la formación morada alentaban ese acuerdo, para alborozo de los que, antes que apuntalar al PSOE, aspiran a apuntillarlo.
Ante futuros pactos poselectorales ya conocemos, pues, cuál es la verdadera disposición del PP a transaccionar con terceros, la ductilidad de Ciudadanos y el abismo que separa a PSOE y Podemos, enemigos irreconciliables. Y tras el 26-J, vuelta a empezar.
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