La no ausencia del candidato

La ausencia de alguien a menudo provoca sentimientos de añoranza, nostalgia y tristeza.

En el debate del pasado lunes entre los líderes de cuatro formaciones políticas, dos con representación en el parlamento y otras dos con representación en los medios, que por lo que se vio tienen mayor peso estos que lo otro, el candidato del Partido Popular no se presentó. Eso sí, su ausencia no dejó rastros de pena. Su puesto fue substituido por la segunda candidata al Congreso por Madrid, según las listas del PP.

Esta anomalía o atropello electoral ha sido justificado por algunos expertos en no se sabe que, aludiendo a que el candidato del PP tenía más que perder que cualquier otra cosa con su presencia. Inédito, aunque probablemente cierto.

Que Rajoy no es Rajoy es algo que más de uno empieza a sospechar. Sus desapariciones lo hacen más real que su presencia. Él es más cuando no está que cuando está. Su virtualidad es más real que su presencia. Su vacío lo hace real, lo valida.

Es más Rajoy cuando no está que cuando sí. Esta capacidad de desdoblar el ser del estar, imposible en países anglosajones por razón filológica, lo mete en un mátrix de difícil  digestión. Esta vacuidad consentida y cuidada al milímetro por un ejército de voceros y representantes rasos del poder que son muchos medios, determinan el carácter laxo de una democracia de marcha corta, que parece que una nueva generación ha decidido asaltar en estas elecciones navideñas, aunque no sabemos con que reales intenciones.

Habrá que reconocer, eso sí, que entre la omisión de Rajoy o la atosigante omnipresencia mediática del ciudadano Rivera, uno puede al cabo concederle alguna gracia al primero. Lo del segundo es empacho, una gran 'bouffe' orquestada por una sinfonía de intereses cacofónicos y desesperados. El ruido y la furia de los que ya han pasado por el quirófano del doctor anti aging.