La Torre Agbar y el hotel de cinco estrellas

EDUARDO LÓPEZ ALONSO

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La cruzada de la alcaldesa Ada Colau contra el desenfreno turístico de Barcelona puede tener efectos colaterales poco calibrados. Quizá uno de los que más llaman la atención es la posibilidad de malograr un proyecto empresarial privado que no por aparentemente ilógico deja de ser una oportunidad económica difícil de censurar para una ciudad siempre necesitada de estímulos. Es el proyecto de la Torre Agbar, un icono arquitectónico de escaso uso y complejo aprovechamiento.

El proyecto de crear un hotel de cinco estrellas por parte de la cadena hotelera Hyatt tras una inversión de 150 millones de euros es como poco sorprendente. La transformación de ese edificio de oficinas en hotel costaría unos 35 millones de euros, además de la inversión de la propiedad. No se ha divulgado cómo sería esa transformación, pero integrar ese hotel en el páramo de la plaza de las Glòries no deja de ser un reto interesante, en el que es imprescindible la implicación del Consistorio.

No parece un problema saturar de turistas de lujo la zona de las Glòries, con el mercado de los Encants y un museo infrautilizado como vecinos arquitectónicos. El precioso local de la Farinera de enfrente y el centro comercial Glòries se verían beneficiados, lo mismo que el cercano Auditori y cualquier comercio a tiro de piedra. Y no parece que la influencia de un hotel de lujo vaya a fastidiar a los vecinos que viven en la zona, al menos a priori. Obviados los elementos subjetivos, el proyecto Agbar con su torre de 31 plantas, 50.600 metros cuadrados construidos, de los que 30.000 metros son ahora espacio para oficinas, necesita algo más que colorines en la fachada para ganar dignidad práctica.

La inmobiliaria Layetana impulsó en sus orígenes un proyecto complicado que ha pasado por muchas manos. Dar mayor contenido al envoltorio icónico no debería chocar con los intereses de un Ayuntamiento de Barcelona que persigue la defensa de la ciudad y sus ciudadanos, algo con lo que comulga la mayoría. Ceder el interior de un edificio al turismo de lujo es algo más aceptable que perder para siempre la esencia de un urbe en favor del turismo masivo de playa.