Geometría CIUDADANA

¿Quién ganará el referéndum griego?

JOAN TAPIA

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Grecia elige hoy en un referéndum peculiar -convocado solo hace ocho días- entres dos opciones. Una, el rechazo a dos documentos de la UE: un plan de ayuda condicionada y otro de sostenibilidad financiera que exige ser economista para entenderlo. Es la opción del no, colocada en la parte superior de la papeleta. La otra es el  a las propuestas de la UE, que Alexis Tsipras y Syriza califican de «insulto al pueblo griego» y «chantaje humillante». Y de las que el ministro de Economía -el ocurrente Yanis Varoufakis- ha dicho que se dejaría cortar el brazo antes que firmarlas.

Con este planteamiento, sabiendo que los griegos son muy nacionalistas (quizás más que los de CDC y del PP juntos) y que el PIB ha caído un 25% desde el inicio de la crisis (aunque la tasa de paro es española), parece que Tsipras debería salirse con la suya. Para eso ha convocado el referéndum. Lo que no está claro es qué quiere hacer después. Si volver a negociar -en situación más ventajosa como presume que tendría- con la UE, o si su oculto objetivo -los griegos no lo quieren- es salir del euro, devaluar y volver al dracma.

Pero quizá Tsipras no se salga con la suya. La agencia Bloomberg y la Universidad de Macedonia han hecho una serie de encuestas desde el pasado sábado 27 de junio. Entonces, el 52% de los griegos decían que votarían no, frente a solo el 27% que se inclinaban hacia el . Pero las cosas empezaron a cambiar cuando Tsipras tuvo que decretar el control de capitales, cerró los bancos y estableció un límite diario de 60 euros de retirada de los cajeros. Así, el viernes la encuesta daba un empate técnico. El 43% de los entrevistados iban con el no, el 42,5% con el  y el 14% no sabían o no contestaban. El margen de error, del 3%.

Los dados parecen apuntar al , ya que según el sondeo el 81% quiere seguir en el euro (el 62% el lunes) y solo el 12% desea volver al dracma. Y los líderes europeos (Angela Merkel, Jean-Claude Juncker, Matteo Renzi, François Hollande) han asegurado que el no haría casi inevitable la salida del euro. El presidente socialista francés ha afirmado gráficamente que abriría el camino hacia lo desconocido.

Pero la decisión para los electores griegos, tras siete años de dura crisis (aunque en las islas trabajan en el turismo muchos serbios, rumanos y albaneses), es de todo menos fácil. Votar que  es aceptar los sacrificios de una austeridad prolongada. Con la garantía de no salir del euro, que tampoco es ningún paraíso, ni siquiera un Estado, sino una Unión de Estados con moneda única, un ovni que no puede actuar como por ejemplo en EEUU porque el presupuesto europeo es sólo un 1% del PIB comunitario. Y porque el tratado fundacional prohíbe la transferencia de recursos entre los estados. Por eso ha habido que aprobar -tras muchas discusiones- mecanismos de ayuda, como el fondo de rescate, que solo se presta, a tipos de interés bajos, a países con problemas como Grecia, Irlanda, Portugal o España (rescate bancario). Simplificación: si votan , elegirán euro, pero con sangre, sudor y lágrimas.

Pero el no tampoco es atractivo. Las posibilidades de que la UE mejore de alguna forma las condiciones son muy escasas. La primera razón es psicológica. Los gobernantes europeos han perdido la confianza escasa que podían tener en el tándem Tsipras-Varoufakis, que les han calificado de «chantajistas». La segunda -más profunda- es que así como el Gobierno griego debe tener en cuenta la opinión de sus ciudadanos, la cancillera Merkel y los países del norte deben estar atentos a la de sus electores. Y no quieren que prosperen (como en Dinamarca hace poco) partidos euroescépticos. Los contribuyentes alemanes, finlandeses, austriacos… son reticentes a pagar mas impuestos para ayudar a Grecia. Los alemanes se jubilan ya a los 67 años, una de las condiciones que Tsipras quería retrasar. ¿Y qué pensarían los simpatizantes de Podemos si fueran precisos más recortes por perdonar los 26.000 millones prestados por España a Atenas?

Salir del euro sería muy duro, al menos a corto plazo. Los bancos griegos solo se sostienen porque el BCE les ha prestado por la ventanilla de emergencia (aparte de las ayudas de la UE) 90.000 millones de euros (el 50% del PIB). El sacrificio de la devaluación (o las devaluaciones sucesivas), la pérdida de riqueza frente al mundo, podría ser incluso más doloroso que los recortes europeos. Cierto es -lo dicen premios Nobel como Paul Krugman y Joseph Stiglitz- que la moneda propia da teóricamente más capacidad de maniobra y que al final Grecia quizá ganaría competitividad y se recuperaría. Pero una Grecia abandonada a sí misma podría caer en el verbalismo anticapitalista. En vez de la política de rigor pero sin dictados del BCE y el FMI que preconiza Krugman, podría derivar hacia la Venezuela de Nicolás Maduro. Sin petróleo. Resumen: sangre, sudor y lágrimas sin Europa.

Miseria con euro o miseria sin euro. Esa es la triste opción. Votarán no los nacionalistas -muy numerosos en el espectro político, desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda- que creen que lo que le sucede a Grecia es culpa del Imperio Británico, de Alemania o de Bruselas. Y los que todavía tienen fe en que Tsipras sea más listo que Merkel, Juncker y Mario Draghi. Votarán  los que crean (por miedo racional) que fuera de Europa hace más frío y los del más vale malo conocido que paraíso prometido. Y los que recuerden que muchos griegos (o españoles e italianos) ya huyeron de la miseria emigrando a Europa.