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La chica del tren

RAMÓN DE ESPAÑA

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Como no sucede casi nunca, cada vez que un libro que me ha gustado se traduce al español y, encima, se cuela en lo alto de las listas de ventas, me siento más cercano a mis semejantes, y citando a Lichis María Jiménez, «el mundo me parece más amable, más humano, menos raro». Me acaba de pasar con la novela de la británica Paula Hawkins La chica del tren, un thriller de lo más absorbente sobre los peligros de ver determinadas cosas desde la aparente seguridad de un vagón de tren.

Ruth Rendell puede descansar tranquila en su tumba porque su trabajo no fue en vano y ha dejado en su país una legión de alumnas aplicadas que dominan el thriller psicológico con unos libros que enganchan de tal manera que siempre te acabas quedando frito a las tantas. Pienso en S. J. Watson, de la que espero que se traduzca pronto su fenomenal novela Second life, o en Liz Nugent, responsable de una primera obra sensacional, Unravelling Oliver (que aquí, bajo el título de El bueno de Oliver, está pasando injustamente sin pena ni gloria). A Hawkins la comparan con la norteamericana Gillian Flynn, pero solo se parecen en su facilidad para fabricar eso que los anglosajones definen como pageturners.

Pese a ser una chica blanca de Zimbabwe, Paula Hawkins no puede ser más británica. Lo chica del tren no sería lo mismo en EEUU, donde la protagonista sería más simpática y estaría mucho menos perturbada. La gracia estriba en que le acabemos cogiendo afecto a una mujer frustrada, alcohólica y chismosa que, a falta de vida propia, se inmiscuye en la de una pareja que ve cada día desde el tren que la lleva a Londres a perder el tiempo, pues hace meses que la despidieron por borracha y metepatas. Cuando descubre que algo chirría en la vida aparentemente feliz de esa pareja a la que envidia se pone en marcha un horror que solo ella puede percibir y al que nadie presta atención porque es una beoda inestable y neurótica. La chica del tren es una gran novela policial y una amarga reflexión sobre el amor y la capacidad de autoengaño de los que aman. Espero que el final, de una tristeza desoladora, no lo cambien en la película que ya está en marcha.

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