Banksy en positivo
El grafitero sabe estar dentro y fuera del sistema, ser popular y alternativo
Jordi Puntí
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
JORDI PUNTÍ
Puede gustar más o menos, pero sin duda el británico Banksy es ahora mismo uno de los artistas que ataca con más espíritu crítico las reflexión sobre el arte actual. Sus grafitis nacen de una voluntad alternativa y anónima, aparecen sin anunciarse y en cuanto entran en los circuitos habituales se convierten en espejos que reflejan -desde su interior- la perversión del mercado, la frontera dudosa entre precio y valor, la tiranía pasajera de las modas. El mercado, claro, se lo traga todo sin problemas pensando en el dinero, pero entretanto paga el peaje de airear sus propias vergüenzas.
Banksy sabe estar dentro y fuera del sistema, es popular y a su vez alternativo. El último ejemplo de esta doble lectura lo vimos hace unos días. Meses atrás, Banksy viajó a Gaza y pintó varios grafitis en las zonas más castigadas de Palestina. Entre otros, pintó a una diosa griega en la puerta abollada de una casa destruida por las bombas. Su intención con el viaje era poner el foco en la situación desesperada que viven los habitantes de Gaza. Pues bien, esta Semana Santa, muchos periódicos publicaron una noticia de la agencia Reuters contando que el propietario de la puerta de Gaza, con el grafiti de Banksy, la había malvendido por 162 euros. El enfoque era erróneo y malicioso: en lugar de fijarse en el valor ideológico de los hechos -¿qué se puede comprar con 162 euros en Gaza?-, el periodista lo miraba desde la óptica del mercadeo occidental y presentaba al hombre como un pobre desgraciado que había perdido una millonada por no saber quien era Banksy.
Este tipo de esnobismo, precisamente, es una de las batallas de Banksy. En el 2014 se estrenó un documental muy recomendable, Banksy does New York, dirigido por Chris Mourkabel y producido por HBO. La película mostraba las reacciones que generaba su visita, desde las autoridades descreídas a los fans que lo idolatran. En la ciudad de los inversores del arte, en las antípodas de Gaza, también hubo quien perdió la oportunidad de hacerse rico con un banksy, pero el único que hacía el ridículo era un galerista aprovechado y papanatas.
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