Ahora construimos: ni blanco, ni negro; matices

JORDI GIRÓ I PARÍS

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Hace poco que, a través de una noticia en 'La Vanguardia', nos hemos dado a conocer como grupo de opinión. Las reacciones que se han producido -obviamente de todos colores, desde 'botiflers' a éticamente reprobables por falsos, y pasando entre medio para "cirineus duranoides", pero también algún que otro apoyo- y la necesidad de dar un paso más adelante y manifestar las razones que me han llevado a firmarlo, me sugieren la oportunidad de proponer unas reflexiones en voz alta, meditando sobre este atrevimiento, Camino de la Cruz, Camino de la Pascua.

Son días para confesarse, hacer examen de conciencia, y arrepentirse de lo que toque. Y yo tengo que empezar por sincerarme y reconocer, --¡Oh pecador de mí! - que no lo tengo claro. Dudo. Antes de la Cruz y del estallido de Pascua de Resurrección, hay que pasar también por Getsemaní y las contradicciones interiores. Y yo debo estar "entrebancat" en este cuadro escénico de la Pasión de 'Indeperraguera'.

No me siento identificado ni con el independentismo, y menos con el unionismo. Me molesta esta bipolarización cainita. Y me duele que se me quiera cicunscribir, tanto si como no, a uno de los dos estados extremos de la materia, sólido o gaseoso, cuando hay un tercero, que es el líquido. Necesito un espacio acuoso, amable y fluido, en el que poder pensar libremente, sopesando pros y contras, y poder hacerlo con otras personas, sin la presión frenética de ninguno de los extremos estirando por cada lado, y sin ir a trompicones de Herodes a Pilatos, como vulgarmente, y a propósito estos días, se dice.

Reclamo, pues, el derecho a no tenerlo claro y a que no se nos insulte como traidores a todos aquello que pasamos por este estado de "deliberación" interior. Tiempo habrá para pasar del Gólgota al sepulcro vacío llegado el momento. Qué le vamos a hacer: diviso que más de uno se sentirá aliviado al leer estas palabras y al encontrarse también identificado. Es a esta persona a la que se dirige este modesto escrito mío y el espacio que hemos llamado: Construïm.

Una primera duda que me asalta en esta noche de vigilia, antes del Prendimiento, mientras los compañeros suplican el vino después de la fiesta de Pesaj, es si unos escasos 30 años y pico de democracia son ya suficientes como para descartar definitivamente un entendimiento con España, después de 300 años de dinámicas centralistas y de imposiciones por hechos de armas. Cambiar esta mentalidad ¿No será obra de más de una generación? ¿Habría que trabajar, pues, más a largo o medio plazo y abstenerse, en viernes de Cuaresma, de la "carne" de los resultados inmediatistas? Sin embargo, y con la misma consistencia, confieso que comprendo a los que tienen prisa. ¡De Cuaresma no se puede estar todo el año!

Apoyando el brazo en el olivo centenario de Catalunya, aunque en Getsemaní, medito sobre la historia inmediata del país, y se me aparece la imagen borrosa de un Cuerpo Político que en las últimas centurias no ha dispuesto ni de Estado propio, ni de Estado complejo propicio. (Usando el lenguaje de Jacques Maritain). Esto nos hace ser una sociedad resiliente especial, donde el grueso de la identidad se mezcla con la terca voluntad asociativa de los ciudadanos. Y me doy cuenta de que es eso lo que nos hace ser interesantes y particulares. Y me pregunto: ¿Si habláramos más de un Cuerpo Político diferenciado, que de una Nación o de un Estado, no nos sería más fácil de entendernos con España? Ahora, con la crispación sobre la independencia hemos centrado el debate casi exclusivamente en el concepto de Estado y no en la profundización y fortalecimiento de un Cuerpo Político propio (el conjunto de todas las comunidades y asociaciones que configuran un país) y de una identidad nacional que es consecuencia. Usar este lenguaje: ¿permitiría maneras originales y más opciones intermedias para posicionarse? Echo de menos esa cintura y sobre todo, imaginación para encontrar políticamente aciertos en el encaje común con el resto de España, que no hemos sido capaces de articular hasta ahora. A mí, más que el retorno al culto idolátrico del Estado nacional, por desilusión histórica de otros autonomismos, sobre todo ahora que esta forma de articulación social y política está profundamente en cuestión, lo que me preocupa y en lo que quisiera trabajar es en el fortalecimiento y profundización de nuestro Cuerpo Político catalán.

De rodillas y cabeza baja, me concentro con mi autoconciencia en mi interior, y escucho el eco del latido del pulso de un debate en el que se da una extraña mezcla, también en mí, de bolsillo y corazón. Me revuelve la injusticia de intereses económicos supuestamente escamoteados que me vacían el bolsillo y me afectan la autoestima, porque se presentan como un castigo a la identidad. Es cierto. Sin embargo, la solución imaginada y querida por muchos, la independencia: ¿redundará en una situación más beneficiosa económicamente o bien en un desastre de incalculables consecuencias? Nadie lo sabe y es muy difícil separar los dos términos: emociones y cálculos de intereses. ¿Nos dejará fuera de Europa? Añoro una reflexión serena y sobre todo clarificadora que creo que no se da lo suficiente.

Me giro ahora hacia los discípulos, amigos de acentos diversos, en busca de una voz amiga que me aclare el espesor de la nocturnidad, y no encuentro más eco que unos ronquidos desacompasados. Balbuceo de independencia ¿cómo quedarían el resto de las tierras de habla catalana? ¿Esto les ayudaría o bien los condenaría a la muerte definitiva por reacción anticatalanista en lo que quede de España? Creo que es aproximadamente la duda y la reticencia que manifestaba el cantautor Raimon. ¿Y de los 'melicotons', por ejemplo, de la Franja, que se hará? Si lo fundamental del nacionalismo es la defensa de una identidad cultural y lingüística, que aproximadamente persigue en sentido alargado unos 10 millones de personas, la constitución de un Estado independiente para el Principado no es más que un instrumento entre otros. No un fin en sí mismo. Este ha sido el planteamiento del catalanismo político desde hace más de un siglo. Y es el acento de este estribillo político lo que ahora ha cambiado, más por desencanto que por convicción neoestatalista.

Finalmente me encamino hacia lo más oscuro de la noche y me dispongo a "sudar sangre" ... rememorando a Carles Cardó y vestido con túnica fúnebre ... impúdico el canónigo dispara: el independentismo o es militar o no es viable. No se pide la independencia, se exige y se defiende.

En los 50 del siglo anterior, Cardó decía exactamente lo siguiente: "La orientación secesionista no es de ninguna manera una actitud de política interior, es una actitud militar y de carácter internacional. Los que quisieran seguirla deberían emplear todo el tiempo y todos los medios a preparar un ejército motorizado de tierra, mar y aire más fuerte que el que pudiera montar España ... Eso sería lógico. Hacer un partido político electoral separatista sería groseramente ilógico. ¿Que vamos a Madrid a pedir por favor que nos dejen separarnos? La independencia no se pide: se proclama y se defiende."

"Lógico, pero insensato. En primer lugar, el solo pensamiento de hacer, ahora, una guerra de independencia es tan descabellado, que uno dudaría entre atribuirlo a demencia o a confusión mental. Supuesto, aún, el absurdo de hacerla y ganarla, quedaría el problema de defenderse continuamente de dos potencias interesadas en destruir el nuevo Estado: España y Francia".

"Si yo fuera separatista, abominaría con todas mis fuerzas la locura deliberada y pertinaz de los autores de esos hechos. (Proclamación de independencia del 6 de octubre del 34). No se podía hacer nada más eficaz para volver imposible por tiempo indefinido el ideal -también a mi juicio equivocado- de la separación absoluta de Catalunya ... lo que interesa más a los que no somos separatistas, a los que somos demasiado catalanistas para ser separatistas, es que obligará a centuplicar el esfuerzo que habría que hacer para conservar y mejorar el inicio de autonomía que teníamos ... "(Las tres son citas de 'Meditació catalana', 1959.)

Se nos repite, una y otra vez, que en el marco político de Europa no es posible una reacción violenta de parte de España. ¿Quién dice eso conoce a los militares españoles? "España roja antes que rota". ¿Es que nadie tiene memoria histórica? ¿Europa enviará soldados pacificadores en caso de conflicto? ¿Cómo es posible que no se haga la correcta lectura del 1714 y no se recuerde que nos abandonaron? Ni miedo, ni temeridad. Pero sí conciencia de realismo.

Se acerca el amanecer. La hora de la pasión se acerca ... y ahora, más que las bofetadas humilladoras, escupitajos y la corona de espinas me preocupa sobre todo el día "D", el día de después de lo que sea: independencia, modificación de la constitución, o bien nada, un empantanamiento aburrido de ingobernabilidad en humedales fangosos ... En cualquier caso la geografía manda y mandará: España será siempre nuestra vecina. Y los españoles, lo queramos o no, nuestros vecinos y nuestros familiares. ¿Estamos quemando puentes y lo pagaremos caro? En cualquier caso, estamos condenados a entendernos. Y es la política el arte de conseguir las pasarelas que nos lo permitan.

En Construïm. ¿Qué busco? Hay busco un espacio que explore la tarea política como una mediación para establecer nuevos puentes donde no hay, o que reconstruya los viejos, allí donde había pero han caído o han sido derribados. Busco la verdadera tarea política que imagina escenarios futuribles, allí donde se ha desesperado por encontrarlos, y los crea con paciencia, empeño y constancia. Recordaré siempre la frase de Desmod Tutu en el Palau: "Es con los enemigos que hay que firmar los pactos." Ya que con los amigos ya no los necesitamos. Yo tengo amigos y familiares muy queridos en el resto de España con quien me resisto a dar por terminada nuestra relación, la política, pues la personal no cambiaría en cualquier caso. Pero, incluso llegado el momento, si se tratara de adversarios en confrontación, continuaría buscando incansablemente, temas y coincidencias que podamos tratar conjuntamente, a fin de encontrar las rendijas de complicidades y los intereses que nos unan y otra vez, saliendo de esta asfixia letal a la que nos condena el debate independentista.

Esto no lo puedo hacer solo. No puedo construir solo. Por eso he dado el paso y he comprometido mi nombre: Construïm sólo puede ser una tarea colectiva. Seamos o no independientes, hay temas a tratar conjuntamente y no menos urgentes que disponer de estructuras de Estado propias.

¡Ahora toca Construïm!