«Paco 'lives'!»

JOAN ANTON CARARACH

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En una entrevista publicada en la revista francesa Positif en enero de 1974, el director de cine Billy Wilder le dijo a su interlocutor, Michel Ciment: «No hay nada malo en sentirse hechizado por la Novena de Beethoven y al mismo tiempo deleitarse con La viuda alegre de Lehár». Francisco Sánchez Gómez, alias Paco de Lucía, probablemente estaba de acuerdo con la poética vital del creador de, entre tantas otras, Perdición, El apartamento y El crepúsculo de los dioses. En un mundo en el que los dogmáticos son mayoría, en el que las respuestas solo pueden ser sí o no y los colores apenas blanco y negro, Paco de Lucía fue desde el inicio un espíritu libre que maniobró a menudo al margen de toda ortodoxia estética. Por sus orígenes familiares, por su asociación con Camarón de la Isla, por continuar el camino iniciado por Sabicas (perdonen ustedes la simplificación) para liberar a la guitarra flamenca del sometimiento al cante y convertirla en instrumento solista por derecho propio, por la libertad sin tapujos con la que incorporó al flamenco instrumentos como el cajón y el bajo eléctrico. Por todo eso y tantas cosas más.

La relación con el jazz de De Lucía fue, desde luego, tangencial, pero atención: cuando uno escribe tangencial piensa asimismo que muchos supuestos intérpretes de jazz (adictos al swing o al free jazz, a menudo menospreciándose entre ellos) están muy y muy lejos de una música que deber ser al mismo tiempo divertida como una viuda alegre y desgarradora como una sinfonía apoteósica. Quizá en el disco Flamenco Jazz, de Pedro Iturralde -grabado en 1967-, encontró De Lucía la primera inspiración para ir más allá (se lo pregunté un día, en una cena posterior a un concierto que compartimos -lo que ya es suerte- con Tomatito y Niño Josele: «Pues no lo sé», me contestó con una sonrisa casi papal); para moverse siempre, a partir de su base flamenca, entre dos o incluso más aguas, y para desarrollar su personalidad única, capaz de marcar a fuego a músicos de todo tipo: su incursión clásica en 1991 con la Orquestra de Cadaqués se tradujo en una irrepetible versión del Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo que aún hoy, más de 20 años después de aquella grabación y de aquellos dos únicos conciertos en Torrelodones, resuena en el espíritu de los artistas que tocaron con él como una imperecedera lección de arte y de vida.

Sí, claro, Paco de Lucía tocó con Al Di Meola, con John McLaughlin, con Chick Corea, con Wynton Marsalis y con tantos otros. Fue un gigante y podría haber tocado con quien él quisiera, podría haber navegado en todos los géneros tomando los rumbos que a él le apetecieran. Se fue Paco de Lucía. Descansa en paz Francisco Sánchez Gómez. Escriban ahora ustedes en el muro de sus emociones más íntimas, como cuando murió Charlie Parker, una frase tan sencilla como verdadera: «Paco lives!».