El papel de la jerarquía católica

Los obispos dicen 'no'

La misma Iglesia que arremete contra las bodas gais calla ante los recortes y la contrarreforma laboral

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JUAN JOSÉ TAMAYO

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Tras meses de silencio, por fin los obispos han hablado. Y lo han hecho en tropel, desde la cúpula más elevada hasta el último peldaño episcopal. Pero no cantemos victoria. No han hablado de la crisis, ni contra la reforma laboral, ni contra los recortes, ni para denunciar el incremento de la desigualdad en la sociedad española, ni para señalar con el dedo a los responsables de los casi seis millones de parados, ni para solidarizarse con el millón setecientas mil familias en las que todos los miembros están parados, ni para transmitir esperanza al 50% de jóvenes sin salida.

Lo han hecho para condenar la sentencia del Tribunal Constitucional a favor de la constitucionalidad de la ley del matrimonio homosexual. No solo quieren ser cogobernantes y colegisladores. No solo son intérpretes de la ley divina. También quieren actuar como jueces, como garantes de la justicia y la moralidad de las leyes, como intérpretes autorizados de la Constitución. Así se ha presentado el obispo de San Sebastián, monseñorMunilla-rechazado por el 80% de los sacerdotes de su diócesis-, quien ha considerado la sentencia una «falta de fidelidad» a la Constitución.

Repitiendo el comportamiento insolidario del sacerdote y del levita de la párabola del buen samaritano, la mayoría de los obispos españoles y de los movimientos eclesiales neo-conservadores que les sirven de corifeos pasan de largo y demuestran una gran insensibilidad ante el sufrimiento de los sectores más vulnerables de la sociedad: parados y paradas, muchos de ellos sin seguro de desempleo, inmigrantes, familias sin recursos, estudiantes que tienen que abandonar los estudios por no poder pagar unas matrículas que han experimentado una subida desmesurada o los comedores escolares, personas sin hogar, jóvenes a quienes se ha robado el presente y el futuro, mujeres maltratadas, personas mayores sin pensión, discapacitados físicos o psíquicos, enfermas y enfermos crónicos a quienes se les niega la aplicación de la ley de dependencia, etcétera.

¿Por qué esa insensibilidad, cuando tendrían que dar ejemplo y tener entrañas de misericordia? Muy sencillo. Porque muchos de ellos viven en palacios rodeados de un ejército de servidores y no se ven afectados por la crisis. Porque están instalados en el sistema, del que reciben beneficios y privilegios por doquier en todos los terrenos: educativos, fiscales, económicos, culturales, sociales, militares, tributarios... Porque la Iglesia católica es la única institución que no ha sufrido recorte alguno en sus privilegios. Más aun, cada año ve incrementados los ingresos que recibe del Estado por la subida del nivel en la declaración de la renta del 0,5% al 0,7%. Ni conFrancotuvo tantos privilegios. ¡Y todavía se queja de sentirse perseguida! La jerarquía católica es insaciable en sus demanda de prebendas. Y lo peor es que los sucesivos gobiernos de la democracia, de derecha, de centro y de centroizquierda -de izquierda-izquierda no ha habido realmente ninguno-, han renunciado a avanzar hacia el Estado laico, han sido y siguen siendo, de una u otra forma, rehenes del poder eclesiástico, sea el Vaticano o la Conferencia Episcopal Española (CEE).

Leyendo los documentos de la CEE, las pastorales de los obispos y sus declaraciones públicas, uno no encuentra más quenos: no a las relaciones sexuales prematrimoniales, no a los métodos anticonceptivos, no a la masturbación, no al matrimonio homosexual, no al divorcio, no a la comunión de los divorciados, no a la interrupción voluntaria del embarazo, no a la píldora del día siguiente, no al matrimonio de los sacerdotes, no al sacerdocio de las mujeres, etcétera. Están instalados en elnopor sistema. Solo he encontrado un: a la castidad. Me habría gustado otro: a la huelga general de ayer, para la que había motivos sobrados. Pero ni lo escuché de sus labios.

Todavía no han dichonoa la contrarreforma laboral, a los recortes, al desmantelamiento de los servicios públicos, a las privatizaciones, a la Europa de los mercaderes, al BCE, a las multinacionales, a la Europa del Bundesbank, a la inyección de dinero público a los bancos, a la supresión de la asignatura de Educación para la Ciudadanía.

Bueno, hay que decir que algunos obispos han dicho unnoindignado a los desahucios, que se han cobrado ya varias vidas humanas y que están creando situaciones familiares dantescas. Y hay que felicitarlos. Pero acaban de informarme de la respuesta de otro obispo al que le pidieron la firma contra los desahucios: «No lo tengo claro», dijo. ¡Y no firmó! A lo que los solicitantes de la firma le contestaron muy agudamente: «Menos claro es el misterio de la Santísima Trinidad y usted lo suscribe». Director de la Cátedra de Teología

de la Universidad Carlos III de Madrid.