Los gestos son el mensaje

El maestro de la comunicación Marshall McLuhan acuñó hace muchos años aquella frase, cada vez más cierta, de que «el medio es el mensaje». En política, los gestos son también una parte fundamental del mensaje, o, dicho de una manera más tópica, forman parte de la voluntad de hacer pedagogía a la que ningún político tendría que renunciar. Por eso, me ha parecido que en los últimos siete días la política catalana ha vivido el periodo más positivo y más esperanzador en años. No porque haya ganado uno u otro candidato, sino por la actitud de servicio, constructiva y de colaboración de que han hecho gala los dos presidentes y los dos partidos principales.

La ciudadanía tenía ganas, necesitaba estos gestos ante una crisis que no se acaba. Si hay tanta gente cansada o desencantada de la política no es solo por la imagen de corrupción generalizada que algunos medios y algunos grupúsculos supuestamente apolíticos esparcen interesadamente; ni tampoco por la impresión de alejamiento y de aislamiento que a menudo proyectan los máximos responsables políticos; ni tampoco por la certeza de que los políticos tienen cada vez menos control y son más débiles ante el poder financiero y las multinacionales…, la desafección es también fruto de la percepción de que las luchas por el poder ofuscan a algunos líderes y los incapacitan para servir a su pueblo.

La semana nos ha servido en bandeja otros elementos para meditar, como la evidencia de que dedicarse a la política no debe de ser tan chollo como se dice. Queda claro que los capitostes de la empresa privada disfrutan de más prestigio, ganan más dinero, tienen su tiempo menos hipotecado y, sobre todo, están menos expuestos a la mofa y el escarnio público que los consellers. La evidencia de que no es fácil captar para la política independientes que lo hagan bien y aporten frescura nos tendría que hacer reflexionar sobre cómo dignificar esta actividad indispensable para la buena marcha del país.