El epílogo
El lío de Wikileaks
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
ALBERT Sáez
Mientras Catalunya ha estado inmersa en sus elecciones, España temblando por su posible intervención y el mundo babeando con el Barça-Madrid, el lío de Wikileaks ha vuelto al primer plano de las noticias. Se trata de una web que lleva meses publicando cientos de miles de documentos supuestamente secretos procedentes del Departamento de Estado. Lo cierto es que la susodicha página web publicó algunos y ahora las nuevas presas de caza las vende a los mejores postores de la prensa de papel. O sea que el asunto Wikileaks, a pesar de tener una pátina del siglo XXI, se inscribe en la más antigua tradición de los espías y de los ladrones.
Lo realmente preocupante, que no novedoso, del asunto Wikileaks es el boquete de seguridad que tiene la diplomacia norteamericana. El mayor o menor acierto literario de las notas de sus embajadores y el cinismo que preside las relaciones internacionales no son más que anécdotas.
Si esta fuga hubiera tenido lugar en los años de plomo de la guerra fría, los cientos de miles de documentos no estarían hoy en las páginas de los diarios de papel (que pagan por las exclusivas y cobran por la información) ni en internet. Estarían en el Kremlin y serían procesados por la inteligencia soviética. Simplemente porque habrían pagado mejor a los ladrones.
El cinismo que nos envuelve
Las revelaciones de los papeles de Wikileaks son, eso sí, una lección de cinismo. Si la transparencia tiene alguna virtud no es la de mejorar las conductas de los dirigentes sino la de hacerlas menos cínicas, es decir, de reducir la distancia entre lo que se dice y lo que se hace. Las relaciones diplomáticas -como las personales o las económicas- no pueden someterse a un exhibicionismo absoluto pero tampoco pueden sustentarse solamente en el cinismo. Si las dictaduras del Golfo tienen tanto temor a Irán como el Estado de Israel, los ciudadanos de los dos territorios tienen derecho a saberlo. Wikileaks no hará a los poderosos más buenas personas. Será suficiente si los hace más prudentes.
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