Las desigualdades sociales

México con Paco Ibáñez de fondo

Si se viaja de la crisis a la miseria se ve que aquella podría ser una bendición que muchos desearían

ALFREDO CONDE

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Escuchar la voz rota dePaco Ibáñez en una esquina de la muy mexicana plaza del Zócalo tiene algo de conjuro. Donde antes había una ingente cantidad de tenderetes que ocupaban el espacio existente delante de la catedral de México, popularmente conocido como el Zócalo, se levantan ahora los sombrajos que ocupan electricistas y mineros en huelga de hambre desde el pasado 25 de abril. Por en medio de ellos circula la voz rota del cantor ambientando, quizá, una recuperación de la memoria alimentada en el hecho de que nada cambia, pese a todo.

Durante horas, se diría que durante todas las horas del día, suenan los tambores, retumban más bien, batidos en una esquina de la plaza, de forma violenta y compulsiva. Con ellos los huelguistas pretenden hacer oír su voz. De vez en cuando se hace el silencio para que sea la voz del cantor quien lo rompa; cuando no es así, en los periodos que se dirían de descanso, son las voces de quienes echan mano del altavoz portátil y lanzan consignas que se diría que ya nadie escucha las que se deslizan por el pavimento sin que nadie las atienda. A un lado de la plaza, en términos catedralicios se diría que al de la epístola, el palacio presidencial permanece ajeno y mudo.

Escuchar la voz rota dePaco Ibáñez,al cabo de tanto tiempo, tiene un no se qué de sortilegio que emociona y que, al mismo tiempo, te previene contra el transcurso del tiempo. Si la escuchas con oídos españoles, te dice que todo cambia, aunque no lo parezca, y si pretendes escucharla sobre el murmullo que ocupa la plaza, con acento mexicano, entonces confirmas que nada lo hace nunca, que nada cambia, pues el hombre, el ser humano, es siempre el mismo y los mismos versos siempre valen para cantar sus realidades. ¿Qué va de ayer a hoy?

Si llegas de en medio de la crisis al centro de la miseria te das cuenta de que aquella pudiera resultar una bendición que muchos quisieran para sí. Cuentan, lo cuentan en México, que en una universidad privada han tenido que reponer todas las tuberías sanitarias porque las iniciales estaban corroídas por los ácidos. Si la visitas, si visitas esa universidad, orilla del barrio de Santa Fe, podrás advertir que las instalaciones son recientes

–al menos su apariencia así lo indica– que están limpias y bien conservadas y que las gentes que circulan por los pasillos y ocupan sus aulas se ofrecen pulcras y aseadas, discretas y plenas de vitalidad.

Se llega a esa universidad, al menos así fue el traslado hasta ella, dijeron que por culpa del intenso tráfico, atravesando una de las zonas vitalmente más difíciles y pobres de la capital: la situada en las estribaciones del barrio o colonia de Santa Fe, nacido que fue sobre los cimientos creados por un antiguo vertedero de basuras que hoy acoge uno de los lugares más ricos y populosos de esta ciudad enorme y complicada, a los pies del que se extiende uno de los barrios más pobres de la misma.

Si se permite la mordacidad, es de sospechar que la mayoría de los alumnos de esta universidad católica no proceden de ese barrio humilde y pobre, sino de la zona alta, la de los edificios majestuosos y metálicos, solemnes y fríos, tan lejanos pese a la distancia que casi te permite tocarlos con las manos sin más que sacarlas por las ventanillas del coche si las llevases abiertas mientras circulas por el barrio pobre.

¿Qué ácidos han corroído las tuberías sanitarias de la universidad que tanto pudor produce citarla por su nombre? Los estomacales, los mecánicamente expulsados gracias a la simple introducción de los dedos índice y corazón hasta las respectivas glotis por las alumnas de este centro interesadas en mantener una figura esbelta y sustanciosa, multitud de ellas, al parecer, dada la cantidad y calidad de la corrosión lograda. Es lo que media entre una situación crítica y otra miserable. Estremece recordar la voz dePaco Ibáñez resonando ajena en el Zócalo y pensar que no pocos de esos vómitos alimentarían a la gente que lo necesita. Eso en el lugar de la miseria.

¿Y en el de la crisis? En el de la crisis, parece ser que los mayores consumidores de Viagra son los jóvenes y que las cifras más altas de ventas las prevén los boticarios en los días debotellóny tente tieso, con ayuda que si no no vas servido. Versos antiguos deJosé Agustín Goytisolo,voz rota de un cantor que ya se creía olvidado, y la cruda verdad que afirma que la crisis existe, que sí, que claro que existe, pero que la actitud cruel que la magnifica y engrandece, aun a cuenta de jugarse la credibilidad del país, con tal de rozar poder para que nada cambie, es la misma que ampara y eterniza realidades de miseria un cuarto de meridiano terrestre más al poniente de nosotros.

A ese cuarto de vuelta de ecuador terrestre, contado desde aquí, la juventud regurgita alimentos que paliarían hambres y miserias de gentes que, porque no tienen qué comer, se declaran en huelga de hambre mecidas por los versos que canta una voz rota, y mientras, aquí mismo, los jóvenes bebidos tienen que poner en pie la que consideran su razón más poderosa de forma que hace honor al asco que sienten de sí mismas las distantes muchachas universitarias. Algo se ha hecho mal para que el futuro, es decir, el presente que deseamos, se haya convertido en esto que se cuenta. ¿Hay algún conjuro preparado?

Escritor.