Una bestia del cine
El loco mundo de Álex de la Iglesia
Con ocasión del estreno de 'El Bar', repasamos la carrera del director bilbaíno
En los cinco primeros minutos de 'El Bar', Álex de la Iglesia reúne en el establecimiento del título a una decena de personajes de lo más variopintos. Un 'hípster', una pija, un 'homeless', una ludópata. Casi ninguno de ellos volverá a pisar la calle. Mientras los enfrenta entre sí, el director vuelve a mostrarse fiel a métodos y obsesiones como los que aquí repasamos.
MISANTROPÍA
"No tenemos más salida que el sálvese quien pueda", asegura De la Iglesia al hablar de 'El Bar', que reitera la misma visión negrísima de la condición humana que siempre ha mostrado el director bilbaíno. Su universo lo habitan terroristas deformes dispuestos a exterminar a la gente guapa -'Acción mutante' (1993)-, payasos aberrantes surgidos de la guerra civil y la dictadura -'Balada triste de trompeta' (2010)-, monstruos literales -las protagonistas de 'Las brujas de Zugarramurdi' (2013)- y metafóricos -el Anticristo en 'El día de la bestia' (1995)- y, en general, gente dispuesta a degradarse hasta el animalismo por la ambición y la codicia -'La comunidad' (2000), 'Crimen Ferpecto' (2004)- por sobrevivir en un bar de mala muerte.
MÁS MADERA
Cuenta De la Iglesia que su prioridad con 'El Bar' fue "arrojar a un grupo de seres humanos y coreografiarlos". El gusto por los repartos corales es algo que De la Iglesia ha cultivado a lo largo de toda su carrera, y que le permite vehicular con facilidad su tendencia al exceso. Y es que, como los niños traviesos, lo que al vasco más le gusta es hacer ruido y romper cosas, y por eso en la mayoría de sus películas los personajes están inexorablemente destinados a participar en hecatombes de venganza, locura, destrucción y muerte.
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BARES Y MÁS LUGARES
El bar de 'El Bar' está llamado a convertirse en uno de los espacios más emblemáticos de una filmografía especializada en hacer que los lugares funcionen como auténticos personajes cargados de drama: el Valle de los Caídos en 'Balada triste de Trompeta', la Gran Vía madrileña y las Torres Kio en 'El día de la bestia', el poblado almeriense Texas Hollywood en '800 balas', el Teatro Romano de Cartagena en 'La chispa de la vida' (2011) y, en 'Crimen Ferpecto', un remedo de Galerías Preciados plagado de vendedores que apestan a gomina y Varon Dandy.
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EL ACERVO
'Balada triste de trompeta' se inspiraba en Goya, Raphael y 'La vaquilla' (1985), 'La comunidad' tomaba préstamos de Buero Vallejo y el tebeo 13, Rue del Percebe y, ¿qué era 'El día de la bestia' si no una actualización de las aventuras de Don Quijote y Sancho Panza? Las películas de De la Iglesia son puro costumbrismo y e idiosincrasia ibéricos, y contemplarlas es sumergirse en la España de Bigote Arrocet y Uri Geller y Martes y Trece -'Muertos de Risa' (1999)- y la de los especiales de Nochevieja -'Mi gran noche'(2015)-; la España cateta y supersticiosa -'Las brujas de Zugarramurdi'- y, claro, la España de los bares de máquina tragaperras, pincho de tortilla y el caraja de Soberano.
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