Toma pan y moja

Las guarradas del verano, por Òscar Broc

Con el caloraco, nos convertimos en los 007 de la cerdada gastronómica. En verano tenemos licencia para guarrear

COMIDA

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Òscar Broc

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Llega el calor y nos despojamos del burdo disfraz de la civilización. La mesura y contrición que nos hace más humanos durante los meses fríos se volatiliza y de un día para otro nos convertimos en protagonistas de 'Gandía Shore'

Con el caloraco, la sociedad se desmorona

Gritamos, refunfuñamos, no nos ponemos el desodorante en la bolsa, acudimos a la oficina con camiseta de tirantes y chanclas, pedicuras caballares y sobacos al aire, como si fuéramos a pasar el día en la piscina municipal. Es un estado de ánimo que también se traslada a la comida. En verano tenemos licencia para guarrear. Nos convertimos en los 007 de la cerdada gastronómica. Y contento, ¿eh?, que la mayoría de mis aberraciones culinarias favoritas pertenece al imaginario culinario de las vacaciones españolas. 

Gracias por tanto

Al verano le doy las gracias por los huevos rellenos de atún con un Canigó de mahonesa; no hay nada como jugarse la vida con ellos a 35 grados a la sombra. Gracias, verano, por los rollitos de jamón York con ensalada iceberg y piña en su interior. Gracias por esas ensaladas de pasta sobrecocinada con salsa rosa (es decir, ketchup y mahonesa). Gracias, oh verano, por echar en todas partes ese vinagre de Módena que parece caramelo y mata todos los sabores. Gracias por los salpicones con surimi, gambitas congeladas, pimiento repetidor, cebolla peleona y charco de un líquido indefinido e inquietante en la base.  

Pero la ranciedad no es un requisito indispensable para entrar en el club español de las guarraditas veraniegas. Cuando los chefs se ponen creativos el resultado puede ser todavía peor. Y lo digo por la invasión de gazpachos de frutas que estamos sufriendo. De sandía, de fresa, de guayaba… Son al gazpacho lo que las 0,0% a la cerveza. Al contrario de lo que piensa Hugo Boss: don’t innovate, imitate.

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