Toma pan y moja

Flores en el plato

Si permitimos que el jardín crezca más, dentro de muy poco acabaremos encontrando nenúfares en la sopa de cebolla

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Òscar Broc

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Puede ser que el consumo reiterado de Comtessa y Dyc me haya nublado la percepción. Puede ser que vea fantasmas por todas partes. Lo cierto es que, de un tiempo a esta parte, han comenzado a aparecer florecillas supuestamente comestibles en mis platos. No sé de dónde han salido ni qué diablos hacen ahí, pero cada vez hay más y cada vez son más agresivas.  

La invasión floral arrancó con timidez. ‘Low profile’. Diminutos ejemplares empezaron a asomarse en ensaladas, boles de fruta y platos de vegetales y legumbres. Comenzaron siguiendo un fino hilo argumental, un suspiro de coherencia, una afiliación a la coartada vegetal y ‘healthy’ que justificaba mínimamente su presencia. Pero aquellos días de tanteo ya son historia. Hace tiempo que se ha perdido la vergüenza y ahora te encuentras flores hasta en una carrillera de cerdo. 

Jardines con papas

No hay restaurante moderno que prescinda de ellas. Si en las hamburgueserías puedes pedir tu ejemplar con o sin queso, sería un gesto de humanidad que los cocineros-jardineros nos ofrecieran la opción de pedir los platos con o sin flores. Quizás no tengo el paladar educado, no descarto que sean un producto culinario exquisito, seguro que a Jordi Cruz le flipan, yo qué sé…

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Solo pido no encontrarme más de flores deshilachadas y molestas flotando como cadáveres en mi cóctel. No quiero perder el tiempo apartando pétalos de mi ceviche. No me apetece que me cobren un extra porque al cocinero la ha dado por crear un salmorejo flower power. Si me ponen una flor, diablos, que sea de calabacín y rellena de brandada. Y ya está. Si permitimos que el jardín crezca más, dentro de muy poco acabaremos encontrando nenúfares en la sopa de cebolla. 

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