Conde del asalto

Hormigas atómicas en skate, por Miqui Otero

The Skate Hub es un cole sobre ruedas: una nave industrial convertida en meca del skate ‘indoor’ y academia infantil en L'Hospitalet

SKATE HUB

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Miqui Otero

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¿Carreteras? ¡Adonde vamos no necesitamos carreteras! Ni calles. Lo pienso cuando una flecha de monopatín, con un niño que viste un chaleco acolchado de color rojo sentado encima, pasa por debajo de mis piernas.

No necesitamos carreteras, ni calles, porque estamos en The Skate Hub, en la calle Crom de L’Hospitalet, el mejor parque para patinar bajo techo de nuestra región. Cuando triunfaba la saga de 'Regreso al futuro', sus dueños tenían más o menos la edad de este mini Marty McFly que ha usado mis piernas como túnel. Si entonces les llegan a decir que harían posible un sitio así, apostarían a que sería mucho más probable que en el siglo XXI existiera, a módico precio, el 'hoverboard' de Mattel, ese monopatín volador de color rosa.

Deporte olímpico

Son las diez de la mañana y esta nave industrial convertida en meca del 'skate' se despereza con 'Living for the city', de Stevie Wonder, a buen volumen. Un alumno de unos 10 años con camiseta de Public Enemy ensaya un 'ollie' mientras una cadena de siete enanitos sobre ruedas (de entre cuatro y seis años) se mantiene en pie con rodilleras, coderas y cascos de hormiga atómica (uno de ellos, con sudadera de 'La Patrulla Canina' es encantador, además de, claro, ser mi hijo). 

Gastón Francisco, uno de los socios de este invento, aprendió a patinar de una forma bastante diferente. Tenía unos 12 años y vivía en una calle sin salida de Buenos Aires, en una zona atravesada por una vía de tren. «Venimos de una cultura del 'skate' diferente. Eran los raros, impresionaban mucho, pero siempre te acogían. Ahora todo ha cambiado, hasta será deporte olímpico. Pero queremos que lo importante no cambie», dice. 

Esto es un parque 'indoor' de skate, pero también una academia infantil. Contiene una sala de exposiciones (colgadas en las paredes, tablas de todas las épocas y países), otra para ver vídeos relacionados con la historia de este deporte o estilo de vida y, sobre todo, cursos. 

Los monitores hoy, Bautista y Álvaro, son, además de buenos maestros, el primo o el tío que todos quisimos tener de infancia. Despiertan en los pequeños una obediencia que no descansa en la autoridad, sino en la complicidad (es fácil imaginar cómo brindarían con ellos con un quinto y un Trinaranjus, para luego saludarse con algún encaje de manos cifrado). «Los dos tienen mucha experiencia, porque queríamos lo mejor. También la pista en sí la ha fabricado la mejor empresa. La idea la tuvimos viendo cómo en otro sitio improvisado alguien daba clases en una pista donde había gente durmiendo la mona o hasta botellas rotas por el suelo. Esto es todo lo contrario», dice Gastón. 

Noches en patines

Además de este cole sobre ruedas, han hecho muchas cosas más, desde acoger a una ONG para que Menores No Acompañados pudieran divertirse un rato hasta grabar a un niño japonés de 12 años que está reventando los medidores de clics de sus redes sociales o celebrar fiestas de cumple. También se proponen muchas otras, como alojar team building de empresas (quizás ya estén hartos de disparar pintura de colores con pistola al jefe, aunque sea tentador) o celebrar noches para los adultos, con barra y música.

También extraescolares con los colegios: «Aquí no hay bullying. Los 'skaters' no hacemos partidos, sino sesiones. No salimos para competir, sino para compartir un rato con amigos. Crea comunidad». Y un niño con sudadera de 'La Patrulla Canina' abraza por detrás a otro con chaleco acolchado rojo, ambos sobre un 'skate' que se dirige hacia la rampa: adonde van, al futuro, no necesitan carreteras.