La caja de resonancia
Y 47 años después, el punk se postra ante Pink Floyd
Una vieja herida en el mundo del rock parece ahora superada en el álbum ‘Punk Floyd’, en el que 17 históricos protagonistas del punk británico y estadounidense rinden homenaje (no irónico) al dinosaurio de dinosaurios
Jordi Bianciotto
Periodista
La historiografía del rock reserva un capítulo disruptivo para el año 1977, cuando la insurrección punk amenazó al ‘establishment’ del rock. De un lado, las bandas de tres acordes y mucha mala uva, y de otro, los bautizados como ‘dinosaurios’, acusados de egocéntricos, pretenciosos y lentos de narices. Como Pink Floyd, un grupo al que, en aquellos días, convenía trinchar públicamente para quedar en la foto como un tipo ‘cool’.
A ver, la sacudida del 77 tuvo efectos refrescantes, porque advirtió a la aristocracia de que no podía dar nada por sentado, contraprogramó el poder de las ‘majors’ y recordó que el rock’n’roll podía ser emocionante en su reducción a los mínimos expresivos. Pero, con la distancia, es fácil observar que ni la actitud (la palabra fetiche del punk) lo era todo ni la generación entonces tachada de ‘old school’ (cuyos integrantes apenas habían cumplido los 30) merecía ser tratada como un hatajo de muertos vivientes. El gigantismo pre-punk produjo monstruos, y a su vez el ‘do it yourself’ alimentó algunas simpáticas mediocridades mal tocadas.
No sé si estarán de acuerdo con todo esto los partícipes de este álbum, ‘Punk Floyd - A tribute to Pink Floyd’, o si su repentina declaración de amor tiene como propósito sellar un viejo remordimiento. De igual modo que muchas vedetes del rock alternativo de los 90 habían crecido pegados a los discos de AOR y heavy metal (repentinamente despreciados), hay indicios de que más de un ‘punkie’ había sido fan de la tropa de Roger Waters. Esa pulsión de derribar lo inmediatamente anterior y edificar tu identidad sobre la enmienda total. Pasa el tiempo y te das cuenta de que tal vez te excediste un poco.
Y bien, 47 años después, tenemos este álbum en el que hasta 17 supervivientes de la clase del 77 nos dicen que las canciones de Pink Floyd son reivindicables. Ahí están U. K. Subs, Dead Boys, Peter and the Test Tube Babies, Jah Wobble, Anti-Nowhere League, The Vibrators… Ver para creer. Versiones fogosas, sin aparente ironía. Quizá se trate de un correctivo pedagógico y nos estén diciendo que esa era la manera correcta de tocar esos temas, a guitarrazo limpio, sin teclados atmosféricos, pausas dramáticas ni ‘crescendos’ con mística. Lo cual nos recuerda que la canción es ese artefacto diabólico que puede ser amado o detestado con tan solo alterar la textura instrumental, o el ‘tempo’, o el arreglo, y que en la música nos encanta perdernos en la estética y construir desde ahí todo nuestro mundo, tan profundo e insondable.
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