Misterios dalinianos

El "secreto" mejor custodiado de Dalí

El periodista Josep Playà recoge las memorias sobre la relación de quien era alcalde de Figueres, Mariano Lorca, con el artista

Acto de donación de Dalí del óleo «El naixement d’una deessa a la Generalitat», en 1988.

Acto de donación de Dalí del óleo «El naixement d’una deessa a la Generalitat», en 1988. / PEDRO MADUEÑO

Cristina Vilà Bartis

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El 1 de diciembre de 1988 lo tiene marcado a fuego quien, entonces, era alcalde de Figueres, Mariano Lorca. Ese día, Salvador Dalí, le hizo entrar solo en la habitación 655 de la Clínica Quirón de Barcelona, donde estaba ingresado con «pronóstico reservado», y le transmitió una decisión que generó mucha polémica: ser enterrado bajo la cúpula del Museo, como ya lo habían sido Gaudí, en la Sagrada Família, o Josep Maria Sert, en la catedral de Vic. También le dijo algo más de lo que desveló y que Narcís Pijoan bautizó como «el segundo misterio daliniano». Después de treinta y cinco años y muchas especulaciones, Marià Lorca ha roto el silencio en unas extensas conversaciones con el periodista Josep Playà transcritas en el libro 'Els últims secrets de Dalí' (Gavarres), que el alcalde Jordi Masquef calificó «de pequeña joya» durante la presentación, el pasado sábado, en un auditorio Caputxins de Figueres a rebosar.

La confesión no se hizo esperar demasiado. Tras agradecer «la infinita paciencia» de Josep Playà «poniendo voz a mis sentimientos» y recordando a muchos compañeros de viaje en aquella historia, Marià Lorca confesó que sabía «que algún día tenía que explicar lo que el maestro Dalí me dijo con voz rota, pero totalmente comprensible», alejando la «teoría de mi locura transitoria». Luego, pues, de pedirle ser enterrado bajo la cúpula, cosa que se cumplió, el pintor le solicitó «hacer venir a un notario a la clínica» y que no se lo dijera a nadie. Esto, explicó, se intentó en distintas ocasiones.

El periodista y escriptor Josep Playà Maset, que acaba de publicar 'Els últims secrets de Dalí' (Editorial Gavarres) / MARIA PRATDESABA

El periodista y escriptor Josep Playà Maset, que acaba de publicar 'Els últims secrets de Dalí' (Editorial Gavarres) / MARIA PRATDESABA / MARIA PRATDESABA

Tal y como revela el libro, el notario José Gómez de la Serna, conocido por el pintor Antoni Pitxot y el abogado Miquel Doménech, fue el elegido ya lo largo de ese mismo día y al día siguiente, mañana y tarde, visitó el pintor quien, una y otra vez, le pidió que volviera en otro momento. «Ante esta actitud, se decidió esperar, por si más adelante volvía a solicitar un notario». No fue así. Lorca nunca reveló ese ruego «para evitar que mis palabras fueran malinterpretadas y por no interferir en la cuestión del legado daliniano».

El exalcalde admitió su «ingenuidad y nerviosismo» entonces, pero quizás, «gracias a esto, el maestro está enterrado bajo la cúpula de su querido museo». Y remachó: «Quién sabe, a veces cuando se quiere todo, te quedas sin nada».

Lo cierto es que nadie podrá saber nunca si llamando a un notario, «Dalí quería hacer alguna disposición testamentaria» nueva. También era consciente Lorca de que no había testigos directos de ese momento, «pero sí que había transferenciales, en este caso, Antoni Pitxot, Joan Francesc Burgas, Miquel Doménech y Artur Caminada» que lo supieron ese día.

Un proceso que no fue fácil

Descubrir estos secretos, o requerimientos silenciados por Lorca, es uno de los atractivos del libro, pero, posiblemente, lo que le hace singular es la posibilidad ahora de reseguir cómo se cosieron las costuras en la creación de los órganos de gestión del legado de Dalí –desde de la primera fundación municipal, y «el juego de intereses» que despertó entre las distintas administraciones: desde el Ayuntamiento, pasando por la Generalitat hasta el Estado. Marià Lorca aseguró el sábado que «el proceso para consolidar el Museo Dalí no fue fácil, pero la gran verdad es que, si Figueres es y será siempre la meca daliniana, es mérito del maestro».

El libro recuerda que, en 1982, el gobierno central impulsó una Operación Rescate para evitar con Dalí lo ocurrido con Picasso, que casi el grueso de la obra ha quedado en Francia. «El Estado jugó sus cartas, solucionó la cuestión fiscal; le dio la condecoración máxima, la de Carlos III; le hizo marqués, algo que a Dalí le colmó especialmente y consiguió que toda la obra repartida por almacenes de Nueva York, París y Ginebra pudiera volver a España resolviendo algunos pleitos judiciales», detalló Playà. También le adquirió dos piezas por cien millones de pesetas, apaciguando sus temores «a no tener dinero suficiente». Todo esto dio frutos, porque fue entonces, y nadie lo supo hasta su muerte, cuando Dalí cambió el testamento y lo dejó todo en el Estado.

Sin embargo, Lorca defendió al pintor, ya que, posterior al testamento, es cuando se crea la nueva Fundación y el artista «hace donación de todo lo que hay en el museo menos tres cuadros. Figueres salió ganando».

Durante la presentación del libro, organizada por los Amigos de los Museos Dalí, Josep Playà, a quien Sebastià Roig califica en el prólogo de periodista «discreto, persistente y riguroso», reveló cómo asumió el reto de hacer este libro, de carácter memorialístico, invitado por el propio Lorca a quien conocía desde los inicios de los años 80 cuando todavía era concejal del Ayuntamiento de Figueres y diputado en el Parlament.

Las conversaciones por el proyecto, que ahora ve la luz, se iniciaron en el 2019 y Playà reconoció cómo el protagonista se había «abierto contando con todo lujo de detalles aquellos años». Su labor, afirmó, no sólo ha sido «recoger sus opiniones, sino poner contexto, los hechos» teniendo en cuenta que «la memoria es subjetiva».

El volumen, construido como una entrevista indirecta a dos voces y que incluye muchas fotografías históricas, arranca con el salto a la política de un joven Mariano Lorca y cómo se inicia «la relación de confianza» entre él y Dalí. Esta primera piedra se cimentó cuando en 1979 los socialistas, al frente del primer consistorio democrático en Figueres, quisieron cambiar el nombre de la plaza Gala y Salvador Dalí por el de plaza del Teatre. Lorca, que lideraba entonces el grupo de CC-UCD, se opuso, como la mayoría de grupos municipales. «Él demostró la seriedad y el saber estar junto a Dalí», aseguró Playà.

Un rasgo que se constató en otros episodios como la adquisición de la Torre Gorgot, ahora Torre Galatea, donde la rapidez de Lorca permitió firmar un preacuerdo con los propietarios. Esto y, por ejemplo, todo lo que hizo Lorca para que Dalí, tras el incendio en Púbol, pudiera volver a vivir en Figueres, «generó un grado de confianza que explica porqué lo escogió como su voz, como este notario que hará cumplir lo que desea».

Marià Lorca descubrió, durante el acto, detalles como que Dalí nunca le recibió cuando estuvo en Púbol, aunque iba a visitarlo cada semana. También cómo se «emocionó» cuando el maestro le cogió la mano en el traslado a Barcelona para ser operado tras el incendio de Púbol. «Vi que necesitaba cariño. Procuré que recuperara la ilusión por su ciudad e intenté que los figuerenses la quisieran», dijo Lorca añadiendo que «Dalí fue muy generoso con su ciudad».