Pasión por Hergé

La «catalanidad» de Tintín

Joan Manuel Soldevilla analiza las conexiones del personaje con Catalunya en 'Tintín era català (o això em pensava jo...)'

El escritor Joan Manuel Soldevilla.

El escritor Joan Manuel Soldevilla. / EDUARD MARTÍ

Cristina Vilà Bartis

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Joan Manuel Soldevilla contempla con una sonrisa la cubierta de su nuevo libro, el ensayo 'Tintín era català (o això em pensava jo...)' , editado por Brau. Está contento con el dibujo, estilo cómico, diseñado por Abdón Jordà, de un magnífico heredero con barretina tintiniana. Más aún con detalles como la tipografía o el medallón rodeando su nombre que recuerda la primera edición que se hizo en castellano desde Bélgica, en 1952. «Eso sólo lo percibirán los más tintineros», confiesa. Pero para él es un regalo, un libro con el que busca las conexiones del personaje con Catalunya, las reales y las intuidas, que afianzan esta «pintoresca catalanidad» de Tintín. Es, en definitiva, una interesante aportación para acercarse al mundo de este cómic universal que entró a formar parte de su vida a los siete u ocho años y que nunca le ha abandonado.

Portadas de los cómics 'Tintín en el país de los soviets' y 'Tintín en el Congo'.  

Portadas de los cómics 'Tintín en el país de los soviets' y 'Tintín en el Congo'. / EPC

'Tintín era català' es, en el fondo, el agradecimiento que le hace Soldevilla a Hergé y su criatura, por todo lo que le ha aportado. Lo hace desde la vivencia personal. De hecho, el último de los veinte capítulos que estructuran el ensayo tiene un «carácter autobiográfico» y, además, coincide en que en 1964, año del nacimiento del autor, también aparece 'Les joies de la Castafiore', «una obra muy compleja , casi de cierre, con la que Hergé consigue hacer la antiaventura del aventurero, donde nada pasa y donde la historia se la inventan los personajes y los lectores». También es un álbum que, analizado bajo los parámetros de la actual sensibilidad, la protagonista, Castafiore, es «una mujer empoderada, independiente, valiente que se juega la vida por sus amigos».

Lo particular de este álbum es, sobre todo, que se trata del primer Tintín traducido al catalán por Joaquim Ventalló y, «aunque, como lectura infantil o juvenil, no es de las mejores, muchos padres se dieron cuenta de que no sólo era para niños y que les conectaba con lo que ellos habían leído de niños, como la revista 'En Patufet' o las aventuras de Massagran».

En el caso de Soldevilla, no fue su primer Tintín, pero sí el primer libro que leía en catalán. De hecho, esto le llevó a caer en la trampa de pensar que Tintín era un cómic catalán, error que se mantuvo hasta que tenía doce o trece años. «Cuando me di cuenta, fue una sorpresa, pero también un orgullo porque, cuando se traduce, el catalán es la lengua número trece y ahora alcanza ya más de ciento treinta países», detalla Soldevilla.

La pasión que despierta Tintín en Catalunya sorprende incluso a los propios belgas. De hecho, 1001, la asociación catalana de tintinaires, a la que pertenece Soldevilla, es la que tiene más socios fuera de territorio francófono. El autor va estirando el hilo y estableciendo lazos que "evidencian el porqué Tintín ha tenido un arraigo especial aquí".

Esto le lleva a especular, con sólidos argumentos, que «Josep Pla es nuestro particular Tintín»: «Los dos fueron viajeros y periodistas, ambos vivieron el período de entreguerras, nos revelaron la complejidad y diversidad del mundo ». También saca a relucir informaciones que le han sorprendido como que «Pau Riba transcribió las traducciones de Ventalló, o alguna de Conxita Zendrera, y las hizo legibles por los lectores».

En esta búsqueda, Soldevilla ha explorado muchos símbolos catalanes. Por ejemplo, ha buscado analogías entre la revista 'En Patufet' y la belga 'Le Petit Vingtième' donde empezó a publicarse 'Tintín au Pays des Soviets', en enero de 1929. «Quería ver cómo Patufet vivió la Revolución de los Soviets, intuía que mal y , claro, la sintonía era ferozmente anticomunista, ridiculizaba a los comunistas», explica Soldevilla, quien matiza cómo Tintín lo hace a partir de 1929, mientras que la revista catalana lo hacía casi diez años antes.

En ese viaje explorando los vínculos catalanes con Tintín, no podía faltar Salvador Dalí. Gracias a una investigación en el fondo del Centro de Estudios Dalinianos, Soldevilla descubre un ejemplar de la revista Tintín, de la edición belga. También rememora algún encuentro entre Dalí y Hergé e, incluso, el autor recuerda que uno de los personajes que aparece, el artista Ramo Nash, en su obra inacabada, 'Tintín et el Alph-Art', parece estar inspirado en el mismo pintor figuerense. Por otro lado, en este ensayo, Soldevilla también constata cómo muchos novelistas catalanes han hecho referencia al mundo de Tintín en sus obras "porque es un universo compartido".