Opinión | Política y moda

Patrycia Centeno

Patrycia Centeno

Experta en comunicación no verbal.

Análisis no verbal del (impecable) comunicado de Kate Middleton

La princesa de Gales, Kate Middleton, anuncia que sufre un cáncer

Desde el inicio del mensaje se acariciaba las manos tratando de calmarse. Hace un par de años que Kate Middleton aprendió a mirar a cámara y a hablar de tú a tú (la cuenta de los príncipes de Gales en Instagram está repleta de ejemplos). Los nervios, por lo tanto, no eran escénicos. Sin embargo, esta vez era muy distinto. La incomodidad que transmitía el movimiento de sus dedos procedía de esa terrible sensación cuando al revelarle al mundo tu enfermedad sabes que la pesadilla se hace ahora (más) real. 

Lo más impactante del mensaje no hablado fue comprobar como el gesto más característico y valorado de Kate se había apagado. Esa vital y contagiosa sonrisa suya, no la que se dibuja en los labios sino la que es sincera y vital porque brilla en los ojos, no apareció. El cansancio y la fatiga, tanto física como mental, eran evidentes en su rostro. Sobre todo cuando se refirió al tratamiento de quimioterapia que está recibiendo. Sus párpados y las comisuras de los labios cayeron (tristeza, pesadumbre). Al mismo tiempo, sus manos se juntaron para adoptar un gesto de súplica (ayuda). Más tarde, cuando pidió “tiempo y espacio” para recuperarse, se repitió el gesto pero en forma de ruego.  

“Tener a William a mi lado también es una gran fuente de consuelo y tranquilidad”, aseguró. Una declaración sobre la relación con su marido convincente porque en ese momento enlazó sus manos (unión) y acarició su pulgar (me ha cuidado, me ha protegido). Incluso, ladeó la cabeza y apareció una mirada de reproche (tal vez dedicada a la crueldad de todos esos bulos acerca de su matrimonio y una supuesta infidelidad).  

Kate apareció sola, transmitiendo así seguridad y fortaleza. Porque por muy importante y fundamental que sea la compañía y el cariño de familiares y amigos, a la enfermedad te enfrentas sola. En un espacio en el exterior (vida, oxígeno), estaba sentada en un banco de madera (natural), un elemento decorativo que invita a la conversación y la relajación. El fondo verde (esperanza) y las flores (renacimiento) completaban una puesta en escena para crear un ambiente apacible, cercano, íntimo y sin artificios. Asimismo, se mostró gestualmente contundente (las manos en paralelo, indicando un camino hacia delante) al asegurar “estoy bien”. No sólo tratando de tranquilizar a los demás, era un mensaje de autoconvencimiento. Ante cualquier enfermedad, el pensamiento y la actitud positiva son esenciales. 

También llamó la atención una de sus cejas. La derecha presentaba una forma distinta a la habitual (tampoco se trata de un arqueo expresivo ocasional). Posiblemente la alopecia facial haya sido en su caso uno de los primeros efectos visibles de la quimio. Apenas maquillada, la ropa casual que lucía (un suéter a rayas de estilo parisino y unos jeans) sí forma parte del estilo informal que Kate emplea siempre que la ocasión, obviamente, se lo permite.

El mensaje de Kate ha sido comunicativamente impecable y ha llegado en el momento en que ella se ha sentido con fuerzas para hacerlo. Que la clínica donde fue intervenida les advirtiera sobre la posibilidad de que trabajadores hubieran robado información de su archivo médico probablemente también adelantó el anuncio. Y, por supuesto, la elección del día para publicarlo (viernes por la tarde) tampoco es casual. Sus tres hijos ya habían salido del cole e iniciaban las vacaciones (recogidos y protegidos). 

Su ausencia por enfermedad es comprensible, incluso antes de confesar que se trata de un cáncer. Pero eso no quita que Kensington Palace, a diferencia de Buckingham con en el caso de Carlos III, ha gestionado fatal esta crisis comunicativa (y luego, de credibilidad) y cometido numerosos errores. El peor: permitir divulgar una fotografía retocada de la princesa y sus hijos en un contexto de preocupación, rumores y hasta teorías conspirativas. La naturalidad y modernidad con la que los príncipes de Gales trabajan sus apariciones y RRSS, siendo paradigma e imitados por muchas instituciones, chocó de repente con un hermetismo incomprensible y nada recomendable en el siglo XXI.

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