Novela

Jordi Puntí: "Xavier Cugat es un personaje que hoy estaría claramente cancelado"

El autor de 'Maletes perdudes' publica 'Confeti', la novela ganadora del Premi Sant Jordi, una ficción literaria en torno al músico y caricaturista catalán que triunfó en EEUU

Jordi Puntí, Premi Sant Jordi gracias al inmortal músico y fabulador Xavier Cugat

Jordi Puntí, en Barcelona.

Jordi Puntí, en Barcelona. / Jordi Cotrina

Rafael Tapounet

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Exitoso director de orquestas latinas, presencia ineludible en los musicales de la Metro de los años 40, caricaturista de estrellas, coleccionista de esposas jóvenes, importador de chiahuahuas, catalán universal e incansable propagandista de sí mismo. La figura inverosímil de Xavier Cugat sirve a Jordi Puntí (Manlleu, 1967) de modelo para construir en ‘Confeti’ (Premi Sant Jordi 2023) una novela arrolladora sobre la importancia de la ficción en nuestras vidas.  

¿Cuándo y cómo nace su interés por Xavier Cugat?

Lo primero es un recuerdo infantil: yo tendría unos 10 años y cuando bajaba a Barcelona con mis padres pasábamos por el Ritz a ver el Rolls Royce de Cugat. Para mí aquello era un gran impacto. Y ya un poco más mayor lo veía por televisión explicando historias de Rita Hayworth, Frank Sinatra y Al Capone con toda la pachorra del mundo, y me parecía un señor fascinante. Años después me empezó a interesar como personaje literario, porque me atrae mucho esa idea del catalán que se va fuera y vive una realidad que no es la de aquí.

Es una idea que ya estaba en ‘Maletes perdudes’...

Sí, sí, claro. De hecho, los camioneros de ‘Maletes perdudes’ tienen una cinta de casete de Cugat.

Xavier Cugat y Abbe Lane, en 1957.

Xavier Cugat y Abbe Lane, en 1957. / EPC

En 2014, usted consiguió una beca para investigar durante un año sobre el personaje en la Biblioteca Pública de Nueva York. ¿Cambió mucho en ese tiempo la visión que tenía de Cugat?

Cambió por completo. Yo había visto sus entrevistas y había leído ‘Yo, Cugat’, la autobiografía que publicó en los años 80, y me había creído su relato. Así que tenía esa idea de un hombre extraordinario que había vivido una vida fabulosa que además abarcaba casi todo el siglo XX, porque él nació el 1 de enero de 1900. Pero cuando empiezo a buscar en Nueva York información sobre todo eso que él había ido explicando, voy descubriendo que muchas cosas son mentira. Eso me rompe los esquemas.

¿Me puede poner un ejemplo de esos recuerdos inventados?

Él siempre explicó que había conocido a Enrico Caruso en La Habana y se habían hecho amigos, y que fue el tenor quien le recomendó viajar a Nueva York. Y que él le hizo caso y viajó solo y acabó durmiendo en un banco de Central Park. Pero la realidad es que Cugat se instaló en Nueva York con su familia en 1915 y Caruso actuó por primera vez en La Habana en mayo de 1920. Como esa, hay muchas otras.

Y esas revelaciones le obligaron a cambiar el plan del libro.

Claro. Mi idea era escribir en primera persona y utilizar la voz del propio Cugat. Pero pronto me doy cuenta de que el enfoque biográfico ya no funciona, que esto tiene que ser una antibiografía. Y me invento un narrador que va creciendo como personaje. El ‘momento Eureka’ llega cuando me doy cuenta de que Cugat podría ser el modelo perfecto para desarrollar la teoría de que la ficción forma parte de nuestras vidas mucho más de lo que pensamos. Todo lo que Cugat explica de sí mismo, sea verdad o mentira, acaba formando parte de su biografía. Y habrá un momento, que coincidirá con su declive personal y artístico, en el que todo lo que él se ha ido inventando será más importante que lo que ha vivido.

"Todo lo que Cugat explica de sí mismo, sea verdad o mentira, acaba formando parte de su biografía"

En ese proceso de inventarse como personaje, la decisión de ponerse peluquín tiene un gran valor simbólico.

Para mí es un momento clave, porque representa de una manera muy exacta el cambio de un tipo de vida hacia otra. Cugat ya ha conseguido éxito como músico en el Waldorf y empieza la etapa de Hollywood y se crea un nuevo personaje. Y no solo hace alarde orgulloso de su peluquín, sino que señala a otros famosos que también lo llevan. Ya nunca más se lo quitó.

En un momento de la novela, el narrador dice de Cugat que es “un adicto a la felicidad y todavía más a la ostentación de la felicidad”.

Yo no creo que tuviera una vida feliz, pero él hacía todo lo posible para creer y hacer creer que vivía instalado en la felicidad. En su caso, la felicidad está muy ligada a la satisfacción de la vanidad, que es una idea muy moderna. Esa necesidad de ser reconocido, de que se hable de él. Cugat lo tiene muy claro, y es de los primeros, al menos en ese mundo, que entienden que la publicidad es buena y que hay que invertir tiempo y dinero en hacer que hablen de ti. En esa estrategia, incluso llega a poner un anuncio pagado en los diarios en el que detalla lo que han cobrado las orquestas ese año para alardear de que la suya es la que ha cobrado más.

Ese afán por irradiar felicidad se extiende también a su música.

Totalmente. La música que hace es una música destinada a la felicidad. Cuando miras su cancionero, casi todo lo que toca y los arreglos que hace tienen como objetivo encontrar una banda sonora de la felicidad. Y esa misma idea de transmitir felicidad le lleva a hacerse acompañar siempre por cantantes guapas, bastante más jóvenes que él, con las que además se casa.

‘Confeti’ empieza con una escena en el camerino de Abbe Lane [la tercera esposa de Cugat] que transmite bastante más patetismo que felicidad.

Es una escena muy biográfica, recreada a partir de las cosas que Abbe Lane cuenta en ‘But where is love?’, que es una novela en clave sobre su relación con Cugat. Me interesaba que el lector entrara en el libro conociendo a Cugat no como el héroe sino, en cierta manera, como el malo de la película, porque yo creo que en muchos momentos es el malo de la historia.

¿Tenía voluntad de desmitificar al catalán universal?

Cuando empiezo el proyecto, no. Es la comprensión del personaje la que me hace pensar que hay zonas oscuras. En realidad, he atravesado muchas fases en mi relación con Cugat: de admiración absoluta, de rechazo, de comprensión… Iba variando según lo que escribía. La novela de Abbe Lane revela un resentimiento muy fuerte, y eso me ha servido para crear un contrapunto de cancelación, porque Xavier Cugat es un personaje que hoy en día estaría claramente muy cancelado. Corre por ahí una entrevista que le hizo Jaume Barberà en TV-3 en 1987 o 1988 que, si se emitiera hoy, al día siguiente dimitirían Barberà y el director de TV-3 y las feministas saldrían en tromba y con toda la razón. Era otra época, claro, pero...

"He atravesado muchas fases en mi relación con Cugat: de admiración, de rechazo, de comprensión..."

¿Qué le parece lo más reivindicable de Cugat?

Bueno, a pesar de todas sus exageraciones e invenciones, es indiscutible que en Estados Unidos Cugat fue una figura de primer nivel en la cultura popular durante muchos años. Y está bien recordarlo, porque nos hemos quedado un poco con la imagen caricaturesca de su última época, cuando volvió a Barcelona y se instaló en el Ritz. Una de las cosas que espero que pasen con ‘Confeti’ es que el lector cierre el libro y vaya a Youtube y a Spotify y busque las películas, los vídeos y los discos de Cugat. Musicalmente, es verdad que tendía hacia la banalización del ‘easy listening’, pero yo valoro mucho la época de los años 30 y principios de los 40 en el Waldorf Astoria, cuando recupera mucha canción cubana y por su orquesta pasan cantantes como Miguelito Valdés y Lina Romay.

¿Qué significa el ‘Confeti’ del título?  

Yo buscaba un título que pudiera explicar fugacidad y la inconsistencia del éxito, de la alegría, de la felicidad. Y me venía a la cabeza un verso de Gil de Biedma que habla de “añagazas de fin de fiesta”. En el momento en que lo tiras, el confeti es una gran expresión de la felicidad y la alegría, pero enseguida cae al suelo y lo encuentras al día siguiente y ya no te acuerdas de por qué está ahí, y lo tienes que barrer y es una molestia. 

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